40. Sorpresa

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—Sólo siéntelo —la voz de Emma era tan excitante. Sus palabras salían en formas de jadeos que provocaban que quisiera tocarme—. Mientras existimos, también podemos sentir placer, lujuria, deseo, bienestar, y complacencia.

—¿Y esto no es lo que siempre estuvo mal? —pregunté, pero ya me había bajado los calzoncillos y acariciaba mi miembro con suavidad—. La existencia es más allá del bienestar. 

—Ahora lo correcto o lo incorrecto no tiene sentido —respondió ella mientras seguía tocándose. Podía oír la fricción de sus dedos contra la humedad de su vagina a través del teléfono—. El deber ser, la moral, la ética de qué sirven cuándo estás sufriendo.

—Sirve para regir nuestras vidas, nos ayuda a evitar que yo te lastimé, que lastimemos a los demás sólo por complacernos —debatí con la voz entre cortada, cada vez me tocaba con más intensidad.

—Eso será un problema para la versión de nosotros que nos espera mañana —la voz de Emma parecía perder claridad. Hacía pausas para gemir en cada palabra—. Ahora, sólo déjame disfrutar de este momento y asumiremos las consecuencias con responsabilidad.

—Emma pero... —no pude completar mi réplica porque la puerta del cuarto se abrió abruptamente.

Mai asomó la cabeza y al verme, abrió los ojos de par en par, tapó su boca con las manos y evitó carcajearse de la risa. Frente a ella, me encontraba yo sobre la cama, con la cobija a mis pies, los calzoncillos en medio de los muslos y con mi mano sosteniendo mi miembro.

Mai me había descubierto haciéndome una paja.

—¡Maldición! —dije.

—¿Qué pasó? —preguntó al otro lado de la línea Emma asustada.

Mai arqueó las cejas sin retirarse.

—Sucedió algo —respondí través del teléfono—. Te llamo después...

—¿Noah qué pasa? —la voz de Emma parecía preocupada.

—Sigue —susurró Mai guiñándome el ojo.

Yo colgué y me tapé rápidamente.

—¡Debes tocar antes de entrar! —alegué.

—Toc, toc —dijo sarcásticamente. 

—¡Aprende modales!

—¿Lo dice quién se la pelaba como un mono?

—¡Mai!

—Parece que sí estas bien enfermo —replicó Mai con una sonrisa maliciosa—. Pero de la cabeza.

—¡Oye!

—Lamento haberte interrumpido —siguió ella entre risitas—. Quería saber si estabas mejor... y parece que ya estás muy bien.

—No es lo que parece.

—¿Que estabas teniendo una conversación caliente mientras te masturbabas?

—De acuerdo, si es lo que parece. Pero hablábamos de filosofía —dije abochornado—. Olvídalo, no lo entiendes.

—Seguro que no ¿Filosofía? —Mai volteó los ojos y parecía divertida—. No importa, me alegra de verdad, que ahora estés mejor. 

—Yo no estoy seguro de eso —contesté con sinceridad.

—Bueno, al menos de momento lo parece —Mai me dio la espalda—. Asegura la puerta si vas a continuar con lo que estabas haciendo, pervertido —salió de la habitación y cerró la puerta tras de ella. 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now