13. Misteriosa

131 9 2
                                    


Emma había viajado de vuelta a la ciudad para continuar con sus obligaciones y yo, decidí quedarme un tiempo más. Mi madre aún se encontraba en el hospital y debía estar pendiente. Mis hermanos no podían quedarse, tenían sus propias responsabilidades con sus respectivas familias.

—Estamos en contacto —dijo mi hermano desde su coche—. Si necesitas ayuda con mamá sólo llámame.

Asentí con la cabeza.

No tuve tiempo de preguntarle cuál era su relación con Zoé ¿algún romance prohibido? Pensarlo de verdad que me molestaba.

—Adiós hermano —se despidió mi hermana—. Ten cuidado.

—Cuídense —me despedí de ambos con las manos mientras el coche avanzaba.

Entre a la casa y la sentí vacía de nuevo. Tan carente de vida. Tan insípida. En ese instante quise volver de nuevo a mi vida corriente como un estudiante que estaba por graduarse. Preocuparme por pasar las últimas notas, entregar la tesis y recibir el diploma. Pero ese pensamiento se ensucio cuando me percaté que mi padre no me vería graduar, y que mamá se encontraba en el hospital luchando por mantenerse con vida.

Nada tenía sentido ya.

Nada importaba sin ellos.

Y esa estúpida sensación me acompañó durante todo el día. La comida me sabía insípida, no me esforzaba por cocinar y mantuve en cama toda la tarde.

La noche llegó con dificultad, luche con la angustia durante todo un día y estaba exhausto. Miré las llamadas perdidas de Emma y las ignoré, me fijé en la hora. Marcaban la una de la mañana.

Sólo habían pasado unos días desde que enterramos a mi padre y para mí todavía me parecía algo tan irreal. No pude si quiera acercarme a la tumba ese día y me mantuve alejados de todos. De mi familia, de mis tías, de mis primos, de los vecinos, de Zoé.

Tengo que salir de aquí.

Me estaban sudando las manos y mi corazón estaba empezando a agitarse de repente. Respiré profundo mientras me vestía. Tranquilo. La noche estaba fría. Me puse un saco como pude y salí de casa. 

Caminé de nuevo sin tener ningún lugar al que ir.

Mientras avanzaba la inquietud dentro de mí se extendía como un incendio. Empecé a correr preso de la desesperación y corrí hasta llegar a la casa de Zoé inconscientemente. Me detuve frente a ella, recobré el aliento y respiré profundo.

La casa estaba un poco diferente, era de otro color, se veían reparaciones pero seguía proyectando un aire distante y desalentador. 

Recordé el día en el que frente a ese portón Zoé me rompió el corazón.

Entristecí sólo de recordarlo.

—Me preguntó si estás asechando a alguien —la chica misteriosa con el cabello rubio me miraba con curiosidad mientras fumaba a mi espalda.

—Sólo paseo —me defendí.

—Claro, eso diría un acosador.

—Vete a la mierda —le di la espalda y seguí avanzando.

La escuché burlarse a mi espalda.

—Que sensible —bufó.

Me giré y la encaré.

—¿Cuál es tu problema? —de verdad estaba irritado.

—Yo tampoco puedo dormir, así que decidí hacer una caminata —le dio una calada al cigarrillo y miró el cielo—. A veces este pueblo suele ser muy asfixiante.

Yo la contemple en silencio. Ya no estaba molesto. Eso era lo mismo que pensaba yo antes de irme de este lugar al que había sido obligado a regresar. 

—Lo sé.

Ella me miró con indiferencia y no dijo nada más. Se quedó en silencio fumando su cigarrillo.

—Bueno, me voy. Adiós —le dije repitiendo lo que ella había dicho la otra noche y le di la espalda.

—Adiós Noah —se despidió.

—Espera qué —cuando caí en cuenta que había pronunciado mi nombre, me giré. Pero, ella había desaparecido como un fantasma.

¿Qué putas fue eso?

¿Quién es ella? 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now