60. Censurado

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Tenía los pantalones en los tobillos, y mi miembro golpeaba el trasero de Helen. 

Metí mis manos por debajo de su ropa y acaricie la piel de sus glúteos, pude sentir con mis dedos la tela de una tanga diminuta, lo que provocó que mi erección se pusiera más tiesa. Instintivamente bajé sus leggins ceñidos al cuerpo, y acaricie de nuevo ese enorme culo. 

Helen jadeaba con las caricias que le daban las palmas de mi mano cuando le agarraba los glúteos y le acariciaba la espalda. Se mordía la boca cada vez que tomaba su cintura y la apretaba para que sintiera mi fuerza y rosaba entre sus piernas por encima de la ropa interior.

Tenía tantas ganas de penetrarla... 

Me baje los pantaloncillos y presione mi verga desnuda entre ambas nalgas.

Ella dejo escapar un chillido agudo que instintivamente retuvo mordiéndose la boca otra vez.  

Ambos sabíamos que lo mejor era no emitir sonidos fuertes, cualquiera de las chicas que estaban en la cabaña podía escucharnos; hace unos minutos nada más Zoé había estado al otro lado de la puerta. 

—Lo siento —jadeó sin mirarme. 

Excitado por ese accidente, corrí su diminuta tanga blanca e introduje uno de mis dedos en su interior y empecé a masturbarla con un poco de rudeza.  

Estaba completamente empapada.  

Chorreaba... incluso algunas gotas de sus fluidos caían al suelo.

—Mételo —me suplicó... 

Pero yo no estaba completamente seguro de eso... a pesar de estar prácticamente desnudo, con mi pito a centímetros de su vagina, la duda seguía apoderándose de mi interior... Una inquietante seguridad, un abrumador miedo que me decía al oído que de seguir adelante, podría complicarlo todo de nuevo... 

Helen dejo caer la cabeza hacia delante, apoyando su frente en la puerta. Dejó salir un suspiro y respiró profundo. 

—Hazlo de una vez —suplicó de nuevo—... esto es algo que me he imaginado desde hace tanto tiempo... 

Su voz parecía cargada de sentimiento. De un sentimiento que me parecía familiar. Un sentimiento con el que yo empatizaba. Y fue allí cuando lo comprendí... 

Me detuve abruptamente, saqué mis dedos de su interior y deje de masturbarla. Di unos pasitos hacía atrás y la contemplé de espaldas, con las nalgas firmes y levantadas, con los leggins en los muslos y la tanga a un lado exponiendo su intimidad completamente mojada. 

—Lo siento —susurré sin más. 

La erección había desaparecido y sólo quedaba yo y la culpa de haber permitido que las cosas hubiesen llegado tan lejos. 

—No puedo hacer esto Helen —continué. 

—No puedes parar ahora —susurró—. No puedes...

—Lo lamento tanto —dije con tanta culpa en la voz que sentí que se me cortaba. 

La vi empuñar las manos que tenía sobre la puerta sin decir nada más.

Nos quedamos así por unos segundos que me parecieron eternos. 

Ella se volteó aún sin acomodarse la ropa, tenía los ojos aguados, y la cara constipada. Estaba a punto de llorar... 

Instintivamente me incline para subirme los pantalones, pero ella me detuvo. 

—Al menos déjame verte un momento.

Tragué saliva, mientras ella ya cerca de mi tomó mi miembro con sus manos y empezó a masturbarme. 

—Helen por favor... —supliqué esta vez yo. 

—Lo sé —susurró—. Sé que esta mal, pero déjame al menos sentirlo con mis manos por un momento... 

Su rostro y el mío estaban frente a frente, a unos escasos centímetros. Aún tenía un llanto contenido en los ojos y una tristeza evidente que no podía disimular mientras que con sus manos continuaba acariciándome. 

—No quería causarte dolor... —dije al verla tan quebrada. 

—Eso es algo que siempre dicen los hombres... 

—Pero —... traté de defenderme pero ella no me dejo continuar hablando.  

—Ya lo sé Noah —su voz era el de una mujer herida—. Pero no hay forma alguna en que un rechazó no rompa un corazón —nos miramos—, por segunda vez... 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now