45. Prioridades

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Las palabras de Mai habían sido como una revelación de una incógnita que había sido cerrada hace muchos años y no pude evitar sentir rabia. 

Acaso ella sabía quién fue el causante de todo el distanciamiento con Zoé, sabía acaso quién fue quién esparció el rumor y me volvió un objeto de burlas por meses. El instituto se había convertido en un infierno y de a poco, aquel instinto de superveniencia me había terminado por alejar de todos los que conocía en ese momento. 

—¡Acaso fuiste tú quien esparció el rumor! —la acusé sin miramientos.

—¿Será que pude ser yo? —respondió con ironía.

—¡Respóndeme, Mai!

Mai soltó una carcajada bastante ruidosa.

—¿De qué serviría encontrar el culpable después de tantos años? ¿Encontrarías en ello la solución a todos tus traumas infantiles? 

—Eso no debería importarte.

—Lo que me importa es mi hermana y que al parecer fue culpada todo este tiempo, sin darse cuenta, por un pervertido.

—No soy un pervertido.

—Claro, porque los pervertidos no se masturban delante de sus amigas.

—¡No es así como pasó!

Ella volvió a echarse de risa.

—No es gracioso Mai, fueron momentos...

—Sí, que todo el pueblo se enterará de tu travesura debió ser muy difícil para ti ¿verdad? —me interrumpió.

Fruncí en ceñó. No me gustaba su tono.

—¿Ella sabe qué aún la culpas por eso?

—No intentes voltear esto a tu favor. 

—¡Ay sí, disculpa! —dijo con burla—. Pobrecito de ti, el inocente y genuino Noah que fue condenado a Bullying sin razón.

—Vete a la mierda Mai.

—Pero hablando en serio —continuó ella con seriedad—. ¿No te das cuenta de lo que esta pasando? 

—¿Qué intentas fastidiarme? 

Ella volvió a reír. 

—No, y aunque no soy psicóloga, creo que estás buscando cualquier excusa de tu pasado para no afrontar lo que está pasando en tu presente.

Aquello me tomó desprevenido.

—¿Qué?

—¿No crees que estar aquí indignándote por el pasado sólo es una tontería?

—Es importante para mí —me defendí.

—Quizás —dijo ella y se acercó a mí de nuevo. Sus ojos cafés quedaron frente a los míos y se contemplaron con profundidad. Podía sentir su respiración cerca de mi—. Pero ahora Noah, hay cosas más importantes —continuó.

Tragué saliva. Su aliento olía fresco y a mentolado.

Retrocedí unos pasos, me ponía nervioso estar tan cerca de su cara. Luego, medité lo que había dicho. Era cierto, ahora habían cosas más importantes, como...

—Como despedirte de tu mamá —complementó ella como si estuviera leyendo mi mente.

Aparte mi mirada de la suya y traté de contener el llanto. Un repentino dolor se intensificó en mi pecho y todo volvió de golpe. Estaba tratando de ignorar la situación, no estaba dándole el cierre apropiado...

Y Mai podía notarlo en una simple charla ligera.

Era realmente muy intuitiva.

—Tienes razón —dije dándole la espalda—. Es mejor que me vaya —realmente no me sentía bien.

—Espera —me detuvo, esta vez su voz no parecía hostil—. Acompáñame —sonó amable.

—¿A dónde?

—Ya lo sabrás —dijo.

Caminó hasta el armario y sacó algo de ropa y empezó a quitarse la camiseta mientras yo la veía. Al darse cuenta, nuestras miradas se confrontaron de nuevo. Ella se detuvo con la camiseta levantada hasta encima del abdomen, enseñando las diminutas pantis negras que tenía puestas.

Sus piernas se venías esplendorosas y tonificadas, tenía el abdomen plano y se le marcaban un poco los oblicuos.

Me había quedado como hipnotizado viéndola en ropa interior.

De nuevo...

—Al menos deberías voltearte y disimular —me interrumpió con la cara sería y sin sacarse la camiseta por completo.

—¡Perdón! —me disculpé abochornado, sentí como la cara se me ponía caliente y la puntas de mis orejas ardían. Me giré torpemente y deje de mirarla. 

En ese instante me pregunté por qué simplemente no había salido de la habitación y me quedé esperando que se cambiará.

—Pervertido —susurró a mi espalda antes de que pudiera encontrar una respuesta a mi diatriba.

Pero fuera, como fuera... TODO ME SALÍA MAL CON ELLA.

—Vámonos —dijo detrás de mi cuando ya se había cambiado.

Me giré de nuevo para contemplarla antes de marcharnos. Se había puesto unos jeans clásicos anchos, una camiseta negra sin estampado y llevaba puesta una chamarra gris gruesa. Se ató una cola de caballo y se puso una gorra de las planas.

Salimos de la habitación y la observe caminar por unos segundos, me cuestioné la gran diferencia que había entre la mujer que vi en ropa interior y la que estaba delante de mi con su estilo casi urbano. Eran contrastes que constituían a la misma persona. De a poco, me daba cuenta de lo diferente que era ella a las demás personas que yo había conocido a lo largo de mi vida.

¿Acaso había una historia detrás de todo esa fachada?

Bajamos por las escaleras, Zoé estaba asando unas arepas dulces y en vez de café, estaba batiendo el chocolate caliente.

—Ya casi está listo —dijo en cuanto nos vio llegar a la cocina.

—Está bien, ya volvemos —le respondió Mai con mucha tranquilidad.

—¿A dónde van? —preguntó.

—A dar una vuelta —le respondió la hermana menor con una sonrisa.

Zoé no lo cuestionó más y sonrió también.

—No tarden —sugirió—. Luego se enfría la cena.

—Gracias —le dije al ver su gentileza.

Ella con un gesto tierno me brindo una cálida sonrisa y yo pude contemplar la belleza interior que siempre había admirado de Zoé. Era imposible que ella fuera quién hubiese esparcido el rumor de lo que ocurrió en ese baño ¿verdad? 

—Ya la oíste —me interrumpió Mai—. Vámonos, no podemos tardar.

Ambos salimos de la casa, el cielo estaba opaco y sin estrellas, hacía bastante frío, era invierno y las temperaturas bajaban bastante, sin embargo, Mai no parecía amedrentarse por la briza helada.

—¿No hace mucho frío para salir? —pregunté.

—No tardaremos —dijo ella—. Sólo haremos una cosa.

—¿Y qué haremos? —quise saber. 

—Vamos a despedirnos de tu mamá. 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora