19. Condiciones

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El rostro de mi madre se veía apacible, tenía mi mano sujetando la suya. Podía sentir su piel arrugada en mis dedos y ser consciente del tiempo en su cuerpo me generaba cierta nostalgia y desdicha.

Después de todo, los padres también son mortales y vivirán el paso del tiempo. Veras aquello que más amas deteriorarse poco a poco hasta que no quede nada de ellos, sino, un recuerdo vago de toda tu historia junto a ellos, y entonces... pesará más el tiempo que estuvieron separados que toda la vida juntos. 

Y eso es lo verdaderamente triste.

—Lo siento —me disculpé con ella—. Lamento haberme ido y no haber vuelto para disfrutar de tu compañía, de tu sonrisa, de los besos en la frente, de la atención y las bromas tontas de las que sólo tú te reías.

Mis ojos se humedecieron y maldije todo. 

¡Lo maldije todo!

—Perdón de verdad, pero lo sabías ¿no? —continúe hablándole—. Sabías lo mucho que odiaba estar en este lugar, no poder guardar nada en secreto, escuchar todos los rumores que se hablan de los demás, todos aquí hemos sido víctima de la hipocresía que regocija este lugar y, aun así, tú y papá nunca quisieron dejarlo, nunca quisieron buscar otro sitio —hice una pausa para observar como su respiración era proporcionada por un tubo que estaba conectado a su garganta—. ¿Qué tiene de especial vivir aquí mamá?

—No creo que te guarde rencor —me interrumpió Zoé que también parecía estar conmovida y con los ojos colorados—. Y yo entiendo un poco a tu madre —continuó—, porque muy contrario de lo que piensas, mi hogar no es un lugar ruidoso, es acogedor y puedo disfrutarlos junto a mí familia que son las personas que más amo en el mundo, sin afanes, sin prisas, sin la contaminación, sin importar lo que digan los demás —Zoé me miraba con mucha ternura—. Y seguro ella, pensaba lo mismo al despertar con tu padre a su lado día a día. 

Estaba en la entrada al cuarto y llevaba consigo flores nuevas para el jarrón que mantenía sobre la mesita de noche.

Sus palabras me había tocado el corazón y me sentí realmente vulnerable.

—Hola —la saludé y trate de disimular que estaba constipado limpiándome la cara con la manga de mi camiseta—. Volviste.

—Hoy no tengo turnos en la tarde —contestó mientras entraba a la habitación—. Aproveché para venir a cambiar las flores.

—¿Piensas que este lugar es hermoso Zoé?

—Lo es, tenemos una vista envidiable. Pero más importante, pienso que cualquier lugar es hermoso en la compañía indicada.

Yo me quedé en silencio pensando en sus palabras.

¿Entonces yo no me sentía bien con mi familia? ¿Eso era lo que realmente pasaba? ¿Por esa razón me parecía el pueblo un lugar tan indeseado?

—¿Crees que despierte?

—No me atrevo a darte esperanzas —contestó con pesar.

—Lo entiendo —respondí.

Zoé puso las flores en el jarrón y se sentó a mi lado en el sofá que estaba frente a la cama de mi madre.

—¿Cómo te sientes?

—No estoy muy seguro de ello.

Zoé puso una de sus manos sobre mi hombro.

—Si necesitas desahogarte, cuenta conmigo.

—¿No te parece extraña esta unión repentina? —inquirí un poco confundido.

—¿Extraña? —preguntó ella con curiosidad—. Nuestros lazos están unidos desde que tenemos uso de razón.

—Los rompimos hace tiempo.

—Los rompiste hace tiempo —corrigió ella.

—Eso no es cierto, fuiste tú quien... —me detuve repentinamente.

No tenía caso discutirlo ahora.

—Olvídalo.

Zoé me contempló con curiosidad.

—Termina lo que estabas a punto de decir.

—Ya no importa Zoé, eso quedó atrás.

Ella se quedó callada.

Ambos incomodos nos quedamos mirando la cama que ocupaba mi madre inconsciente. Era extraño, aunque la incertidumbre y el estado de mi progenitora me causaran angustia, la presencia de Zoé la aminoraba. Era como si ella trajera consigo, cierta paz.

—Por cierto —interrumpí el silencio incomodo que nos rodeaba—. ¿vas a decirme quién es la chica misteriosa?

—Mmmm —se quedó como pensando.

—Sé que lo sabes, puedo verlo en tu rostro —puntualicé.

—Parece que me conoces a pesar de no haber estado aquí mucho tiempo —cerró los ojos y me dedico una tierna sonrisa.

Zoé era una persona tan entrañable, tan dulce, era ese tipo de mujer que parecía estar dispuesta a sacrificar cada una de sus partes por el otro, por su bienestar, por su felicidad. Era el tipo de persona que ponía siempre a los demás por encima de ella.

Y eso de verdad me parecía algo incorruptible, pero despiadado. Cualquiera podría tomarlo todo de ella y no devolverlo nunca.

—Dímelo de una vez.

—No —contestó tajante—. No creo que este sea el lugar apropiado. Además, pareces tener mucho interés en esa información y dártela así no más, no me deja ningún beneficio.

—¿Desde cuándo eres tan interesada?

Ella soltó una risita. De pronto, la melancolía del momento había desaparecido. 

—Desde ahora —respondió.

Yo me reí.

—¿En qué estás pensando?

—Bueno, habrá dos condiciones si tanto deseas saber la información que tengo sobre la susodicha.

—¿Qué condiciones?

—La primera, debes ir mañana en la noche a verme.

—¿Ir a tu casa?

Ella se levantó del sofá muy divertida.

—Y si tanto te interesa saber su nombre, irás —empezó a caminar a la salida con mucho entusiasmo.

—Pero aún no me dices cuál es la segunda condición.

—La sabrás mañana, una vez que yo habrá la puerta —cerró los ojos y me sonrió dulcemente antes de marcharse.

Todo parecía tan tremendamente sospechoso.

¿Qué rayos estaba planeando Zoé? 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now