59. Indecente

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Quise abrirle instintivamente pero Helen me detuvo. 

—¿En serio vas abrir? —me preguntó con un hilo de voz a penas audible. 

Ella me contempló con cierta preocupación en el rostro.

—Debería hacerlo —contesté—. Creo que es algo importante... 

—¿Más importante que esto? —me susurró pegando su cuerpo al mío.

Sentí como la suavidad de los enormes senos de Helen empezaron a presionar mi pecho, provocándome una notable erección que sobresalía entre sus dos piernas encajando como un rompecabezas. 

Helen se empinó un poco y puso sus manos sobre mis hombros mientras acercaba su rostro muy cerca del mío. 

—¿Noah estás despierto? —la voz de Zoé sonaba preocupada lejos de nosotros. 

—Debo hacerlo —susurré a Helen—... debo hablar con ella.

—¿Seguro? —me susurró al oído mientras movía su cintura, haciendo que la erección de mi pantalón rosara su entre pierna con mucha fricción... 

Instintivamente lleve mis manos a sus nalgas y la aprete para masturbarme con su cuerpo, pero cuando Helen llevó su boca a la mía escuché los pasos de Zoé fuera de la habitación alejarse, y entonces... sentí una tristeza profunda que no me permitió corresponder a esos carnoso labios que estaban por besarme.

—Lo siento —me disculpe al mismo tiempo que separaba mis manos de su cuerpo.

Helen se separó decepcionada. 

—Siempre es ella ¿verdad? —la luz de sus ojos parecía apaciguarse como si le hubiese caído un balde de agua fría encima—. Nada ha cambiado después de tanto tiempo —continuó mientras se dirigía a la puerta—. Sigues esperando a una mujer que tiene a otro como opción para su futuro...

Esas palabras quebraron algo en mi interior. Probablemente el castillo de naipes que había construido con mi imaginación. 

Pensé en el beso que nos habíamos dado... algo que había estado ignorando, precisamente, porque sentía que no podía revivir la esperanza que había matado hace tanto tiempo... ¡Maldita seas Zoé!

Y antes de que Helen pudiera abrir la puerta, sostuve su mano justo cuando tomó la perilla. Su espalda estaba contra mi pecho, mi rostro a un lado del suyo y mi cintura, estaba muy pegada a ese enorme culo que tenía. 

—¿Entonces? —le susurré poseído por la lujuria y la rabia de su revelación. A la mierda con Zoé, a la mierda con todo— ¿Esto es lo que realmente quieres hacer?

Sentí como Helen tensaba el trasero y movía su cadera hacia atrás... 

—Quizás sea lo que quiero —gimió mientras mi erección se movía entre sus nalgas.

Lleve mis labios a su cuello y comencé a besarla mientras mis manos la sostenían de la cintura y acariciaban su abdomen. Mis manos poco a poco le recorrían todo el cuerpo, desde los muslos hasta los pechos, la tocaba por encima de la ropa y no le permitía voltearse.

Mientras exploraba su cuerpo y mi erección se clavaba en sus nalgas, no podía sacarme de la cabeza a Zoé tocando mi puerta a estas horas de la noche. Y entonces, deseé que fuera ella, a quién estaba por follarme... 

Pensaba en Zoé mientras escuchaba gemir a su amiga y sentía la humedad de su vagina en mis dedos. Había metido mi mano entre sus leggins y la estaba masturbando. 

Debía detenerme, nada de esto se sentía correcto, aunque se sintiera jodidamente caliente. Aunque tenía ganas de desquitarme y desahogarme con mi pito, como siempre ocurría cuando algo me sobrepasaba. Debía detenerme, pero no dejaba de pensar. Una y otra vez, en un cuarto de segundo, pensaba en mil cosas a la ves. 

Ella ya tenía a alguien...

Yo lo sabía...

Lo había sabido todo este tiempo... 

—Déjame verlo —susurró Helen mientras apoyaba sus manos sobre la puerta, había abierto las piernas para que mis dedos pudieran entrar más profundo en su vagina... Su esbelto cuerpo se apoyaba hacia delante y levantaba su trasero.

Era una vista demasiado excitante... 

La contemplé, tragué saliva y también pensé nuevamente en detenerme.

¿Qué sucedería en el momento que me desnudará? 

¿Cuánto cambiaría todo si terminara con mi verga en su interior? 

¿Era Helen... lo que quería yo esta noche?

Estaba sobre pensando todo... De nuevo...  

«Eres un pervertido Noah» recordé las palabras que siempre me decía Mai, justo cuando Helen giró la cabeza para verme a los ojos y susurrarme con sumisión...

—No me tortures... por favor déjame sentirlo... 

¡Cuánta puta razón tenías Mai! 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now