15. Acoso

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El sol se estaba ocultando detrás del paramo y la tarde se acercaba con un viento helado. Había salido del hospital, aquella tarde Zoé no había ido y la extrañé. Continúe caminando cabizbajo entre la naturaleza que rodeaba todo el camino que se había convertido en parte de mi rutina diaria.

Y como siempre, cada vez que salía del hospital sentía que no había nada más esperándome en ninguna parte.

Extrañaba a mis padres. 

La desolación se estaba impregnando a mi vida con más intensidad que antes. Estaba inquiriéndome inseguridades al oído la mayor parte del tiempo, convirtiéndose en parte latente de mis pensamientos y eso me hacía sentir realmente insuficiente.

Me detuve, me recordé respirar profundo.

Tranquilo. 

Tomé aire y seguí caminando.

El hospital quedaba en la parte más extrema del pueblo, lejos del bullicio, de las casas antiguas, de la plaza, del los parques, y de todo lo demás. El camino al hospital era la parte menos urbanizada de este insípido pueblo. Trate de concentrarme en el trayecto para no pensar. Estaba rodeado de vegetación y vistas panorámicas que fácilmente podrían ser una foto para Instagram, pero por alguna extraña razón, yo no le encontraba belleza alguna.

Algo me pasaba, algo estaba quebrándose dentro de mí.

O eso pensaba hasta que la vi a ella.

Allí estaba, caminando despreocupada. La chica misteriosa tenía las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones anchos. Llevaba puesta una camiseta de una talla bastante más grande, le quedaba holgada y suelta. Tenía el cabello recogido e iba mirando al suelo.

Verla me hizo olvidar en qué estaba pensando y sólo me invadió la curiosidad.

Así que tomé la decisión más sensata, correcta y sana: seguirla para saber dónde vivía y descubrir quién era.

Es más fácil que preguntarle su nombre pensé.

Preguntarle como se llamaba era mostrar interés en una persona grosera y altanera que sólo le gustaba burlarse de mí y no quería darle esa satisfacción.

Ella avanzaba sin prisa alguna y yo iba detrás suyo a unos metros, buscando ser imperceptible. Estuve siguiéndola por diez minutos hasta que ingresamos a la parte concurrida del pueblo. No hacía nada particularmente extraño, pero tampoco parecía tener un rumbo fijo.

De pronto, se irguió, sacó sus manos del bolsillo y empezó a caminar más deprisa. Pasamos delante de una cafetería y luego giramos a la derecha por una esquina que daba directamente al parque central, grande y arbolado del pueblo. 

En cuanto dimos la vuelta e ingresamos al parque, la perdí de vista. Ya no la veía. Estaba solo en medio de innumerables arboles que lo oscurecían todo. Caminé con los ojos bien abiertos atento a algún rastro que me indicará por donde se había ido. Pero era imposible localizarla.

Simplemente había desaparecido.

¿No has pensado que tal vez es producto de tu imaginación? Fue una inquietud que me llegó de pronto y sentí un vacío en el estómago. Me resistía a pensar que estaba enloqueciendo.

—¿Ahora me acosas? —dijo la voz de la chica detrás de mí.

Giré la cabeza y estaba parada frente a mi de nuevo con las manos en sus bolsillos. Llevaba puesta la gargantilla negra con una joya de conejo.

—Yo sólo estaba paseando —contesté.

—Paseas mientras me sigues desde el hospital —me confrontó.

Me había descubierto.

Pero en qué momento...

—Sólo estaba asegurándome que llegaras bien a casa.

Ella se echó a reír.

—Eso de acosar mujeres es lo tuyo ¿no? —lo dijo con un tonó que me resulto bastante molesto.

Acaso... ella sabía algo de lo que pasó con Zoé tiempo atrás...

—¿Por qué dices eso? —pregunté consternado—. Si es por lo de la otra noche, de verdad que yo...

—Tu fama te precede Noah —me interrumpió.

—¿Cuál fama? —la miré con indignación— ¿Y cómo sabes mi nombre?

—Ya me aburrí de hablar contigo acosador —dijo y bostezó—. Y deja de seguirme, eso no está bien. Asusta a las mujeres.

—¡Oye espera! —la retuve—. ¿Quién eres?

Ella sonrió con malicia.

—Tu peor pesadilla —respondió.

Yo empalidecí.

—Es broma —repuso unos segundos después con una sonrisa divertida—. Esa era una línea que siempre quise decir.

Eso me enfureció más.

—Hasta luego —dijo y echó andar mientras se despedía con las manos dándome la espalda.

Maldita mujer.

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now