58. Atrevimiento

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Mai y yo entramos a la cabaña mojados de pies a cabeza, y goteando agua. Dentro, la chimenea volvía a tener la llama encendida de un fuego intenso y junto a ella nos esperaban Zoé y Helen con algunas toallas en mano. 

Ninguna parecía estar feliz... 

Después de secarnos y sentarnos junto a la chimenea para recuperar un poco de calor, las palabras no parecían ser algo que abundara entre nosotros. La atmósfera en la sala se sentía densa y cargada de emociones después de todo el dramático momento. 

El fuego de la chimenea crepitaba suavemente, llenando la habitación con una cálida y misteriosa luz. Al cabo de un rato de conversaciones entre cortadas y silencios incomodos, Mai decidió retirarse primero, despidiéndose con un gesto apagado con una de sus manos y dirigiéndose a su habitación sin decir nada más.

Zoé me miró en busca de alguna aclaración, pero ni yo sabía lo que estaba ocurriendo entre todos nosotros para ese momento. Sentí que a pesar de todo lo conversado, cada uno de nosotros parecía ocultar más de lo que había a simple vista.  

Y aún después de despedirnos de Mai, los tres continuamos sentados por un rato más en silencio mirando como el fuego bajaba su intensidad. Podía ver como nuestros pensamientos flotaban en el aire y el crepitar del fuego parecía susurrar las palabras que ninguno de nosotros se atrevía a pronunciar. El silencio se volvió casi palpable, como si estuviera a punto de estallar en cualquier momento.

Finalmente, Helen rompió el silencio con un suspiro, se puso de pie lentamente y se despidió.

—Creo que es hora de ir a descansar —dijo con una sonrisa forzada, intentando ocultar la tensión que pesaba sobre nosotros. 

Zoé asintió con solemnidad, sus ojos café oscuros y expresivos parecían la marea turbia de un océano en la noche. Nos contemplamos un momento sin decirnos nada y ella también terminó por levantarse. 

—Hasta mañana Noah —se despidió y desapareció. 

Yo de tanto, me quedé unos minutos contemplando como el fuego de la chimenea se extinguía como la noche de un día realmente intenso. Trate de reflexionar todo lo que había pasado, y como cada suceso había dejado una marca imborrable en mí.

Una inquietud que no podía exteriorizar. 

Al cabo de un rato decidí levantarme también. Mientras caminaba por los pasillos oscuros que me llevarían a mi habitación, pude ver la silueta de una mujer recostada sobre el portón de la puerta esperándome. 

Fingiendo una expresión de sorpresa al verme llegar, Helen exclamó con una sonrisa en el rostro:

—Te estaba esperando —su sonrisa era como la que había visto cuando estuvimos en el bosque— Creo que dejé mi saco en tu habitación, Noah —exclamó, llevándose una mano a la boca—. Podría entrar a buscarlo... 

Arqueé las cejas mientras me preguntaba si Helen en algún momento había tenido un saco en primer lugar. Pero antes de que pudiera responderle, ella ya había abierto la puerta de mi habitación y se había deslizado dentro. 

—¿No vas a ayudarme a buscarlo? —la escuché decir desde el otro lado de la puerta.

Sonreí y la seguí impulsado por una sensación de emoción, curiosidad, y morbo. A pesar de que podía ser muy ingenuo, está vez, si que estaba seguro de que ella estaba interesada en que nos encontráramos al interior de una habitación a solas.  

Una vez entré, la habitación estaba envuelta en un tenue resplandor de la luz de la luna que se filtraba por el ventanal con las cortinas abiertas. El ambiente parecía impregnado de electricidad, las sombras danzaban en las paredes mientras nos mirábamos intensamente.

—¿Y el saco? —pregunté al verla recostarse en el ventanal que daba pequeño balcón. 

—Aún no —susurró. Helen se volvió hacia mí, sus ojos brillaban con una chispa traviesa y provocadora. Su mirada me intimidaba y me generaba cierta erección. Mi corazón comenzó a latir más rápido al ver como ella se acercaba cargado de una atracción magnética.

Contemplé el resplandor de su figura contrastar con la luz que entraba de afuera. Su ropa deportiva ceñida subrayaba su cuerpo como la negrilla en un título de un libro. Su cintura grande, sus  piernas robustas, y sus enormes tetas que parecían estar estrechas contra su blusa, parecía susurrarme palabras atrevías mientras ella sonreía. 

Y yo... yo... yo tragué saliva. 

El aire se espesó con la anticipación de nuestros cuerpos a escasos centímetros de distancia, al borde de un abismo de deseos incontrolables. Sentí su cintura rosar la mía,  y el bulto de entre mis piernas puntear una de sus piernas. Sus ojos me miraba fijamente a unos pocos centímetros y nuestros labios estaban a punto de rozarse mientras los latidos de nuestros corazones se sincronizaban en una danza peligrosamente seductora.

Pero... justo cuando nuestros labios estaban a punto de encontrarse en un ardiente beso, un golpe resonó en la puerta, rompiendo el hechizo momentáneo. Helen y yo nos separamos bruscamente con nuestros rostros llenos de sorpresa y decepción.

La realidad regresó de golpe, recordándonos que existían límites y consecuencias.

—¡Noah! ¿Estás ahí? —llamó Zoé al otro lado de la puerta en un hilo de voz muy dulce—. ¿Podemos hablar de lo qué pasó?

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang