47. Gestos

26 3 4
                                    


Mai entró a la casa y subió las escaderaras directo a su habitación.

—¿Están bien? —quiso saber Zoé que la había visto de reojo.

Yo sonreí.

—Estamos bien.

—Parece que fue una caminata bastante saludable —dijo ella con una sonrisa dulce. 

Caminé hasta la cocina desde donde Zoé hablaba.

—Sí, fue muy tranquilizadora.

—Me alegra —repuso Zoé, tendiéndome un pocillo con chocolate—. Las arepas van a enfriarse, será mejor que te la comas ahora.

—Si señora.

—Lo sé, soné como nuestras madres.

Yo me reí con cierta melancolía.

—Es verdad —me senté en la butaca de la cocina y empecé a comer la arepa mientras bebía el chocolate que estaba tibio—. ¡Está rico! 

—¡Di que no y no volverás a comer en esta casa! 

Yo me reí. 

—¿Ya comiste?

—Sí, mientras volvían.

Zoé me dio la espalda y contempló el patio desde la ventana que había en la cocina. 

—¿Aún recuerdas todas esas locuras que hicimos allí? —le pregunté mientras me atiborraba la arepa en la boca.

Ella suspiró. 

—Sí, lo recuerdo —giró su rostro y volvió a compartirme esa dulce sonrisa, esta vez parecía un poco más ruborizada de lo normal.

—Seguro recordaste algo vergonzoso —dije con picardía.

—¡Vaya, si que me conoces!

—Eras mi mejor amiga. 

Pero mi respuesta impulsiva nos tomó de sorpresa a ambos y cierta sensación de tristeza recubrió la atmosfera. Quizás, para ambos, la misma idea pasó por la cabeza.

Ya no eramos esos mejores amigos.

—Lo lamento... —susurré.

—¿Recuerdas como amaba bailar? 

Yo me reí.

—Sí, pero no se te daba muy bien —ella parecía no querer escuchar mi disculpa, ni que habláramos sobre esa relación extraviada—. Eras muy torpe.

—¡OYE! —Zoé infló las mejillas y frunció el ceño—. He mejorado desde entonces.

—¡Demuéstralo! —la reté. 

—¿Y qué gano yo? 

—Me uniré al baile contigo —dije con tono burlón.

—Hecho.

Zoé empezó a danzar con ligereza, se movía como una princesa de Disney en su musical, reía, lo hacía muy teatral, porque se estaba burlando de mí. Pero parecía divertirse, y yo sin darme cuenta, estaba riendo también. 

Deje la cena a un lado, me levanté y la aplaudí. 

—Y ahora la vuelta de cierre —dijo con un ademán.

Y justo cuando estaba por hacer su pirueta el zapato de plataforma se doblo y perdió el equilibrio, pero antes de que pudiera caerse la agarré de la mano y la atraje a mi cuerpo de un tirón. Ella chocó con mi pecho, su cabello se precipito para delante y se enredó en mi cara. Detrás de la melena su rostro había quedado a unos centímetros del mío. 

Podía ver sus ojos tan claros que se veían amarillos, sorprendidos y grandes, sus labios brillaban y se veían humedecidos,  parecía que estuviera aguantando la respiración como yo... 

Nos contemplamos por unos segundos que parecían eternos y nuestros rostros colorados se quedaron como suspendidos en el tiempo. Mi instinto me obligaba a que lo intentará, a que avanzara hasta sus labios y la besará... 

—Lo, lo, lo siento —dijo Zoé avergonzada con el rostro sonrojado ante nuestro eterna pausa. 

—Está bien —dije con la voz entrecortada por el corazón que parecía quería escapar por mi garganta.

—Que conmovedor —el tono sarcástico de Mai nos asustó. 

Ambos nos despabilamos mientras la hermana menor aplaudía con desanimo. Ni siquiera espero nuestra respuesta, tras revelar su presencia, nos dio la espalda y volvió a subir las escaleras a toda prisa. 

No nos habíamos dado cuenta si quiera que ella estaba allí. 

¿En qué momento había llegado?

Zoé agachó la mirada y su mirada se puso un poco triste.

—¿Está todo en orden? —quise saber.

Ella levantó la mirada, sonrió con desgana.

—Lo siento mucho Noah —dijo y se marcho dejándome completamente sólo en la cocina.

¿Qué diablos había sido todo eso?


La Insoportable Existencial del Amor (+18)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon