56. Traumas

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Ver salir a Mai de esa forma me hizo sentir una punzada de dolor en el corazón. Todo había cambiado tan rápido, había sido tan vertiginoso. Ambas hermanas se habían marchado, dejándome a solas con Helen frente a la chimenea. No sabía qué decir, así que decidí romper el silencio.

—Helen...

Ella alzó la mirada del piso, se veía triste, preocupada, y dolida.

—Lo siento tanto —susurró con lágrimas en los ojos.

—¿Qué fue eso?

—Veras —le costaba un poco articular las palabras, mientras yo evitaba dejar que mis emociones de rabia, rencor y odio se apoderaran de mi—... Si fui yo quién lo contó a los demás —confesó—. No pensé que fuera a volverse un rumor del que todos hablarían...

—¿Sabes por todo lo que tuve que pasar? —le reproché— ¡Tuve que irme del pueblo! —alcé la voz—. ¡Estaba condenado a los chismes de pasillo y las miradas de asco! 

—¡Lo sé! —gritó ella con los ojos hinchados—. Por eso te pedí perdón... Se que soy la responsable de eso. Estaba molesta, molesta contigo, molesta con Zoé, y por primera vez, las miradas de juicio no estaban sobre mi, sobre el color de mi piel y la forma de mi cuerpo.

Yo me quedé estupefacto.

—Esas burlas, esas miradas inquisidoras, esos rumores, los vivía yo a diario, era el objeto de burla de muchas personas —bajó la cabeza avergonzada.

—Para mi no, eras mi amiga, eras quien me apoyaba —susurré herido.

—Sí —susurró—. Pero cuando Zoé me contó, yo también sentí que eras un chico más de esos, que sólo se quieren tirar a la mujer de turno —confesó—. Y el problema de todo, fue... que siempre me gustaste, y tu sólo elegías a Zoé una y otra vez, porque yo...

Helen alzó la vista, las lágrimas caían de sus ojos como una cascada.

—Porque yo no era lo suficientemente hermosa para ti. 

No pude evitar abrir los ojos de par en par... 

—Yo no, yo no sabía, yo —tartamudeé.

—Lo entendí después —dijo—. En ese momento era una niña tonta Noah, no entendía lo que estaba pasando y sólo deseé que ambos, por primera vez, estuvieran separados, sintiendo esa carga que vivía yo a diario. Una carga que ustedes mismos ignoraban desde sus propios privilegios —empuñó las manos—. Solo deseaba que ustedes sintieran el desprecio que sentía yo. 

Tragué saliva... la rabia, el enojo, el rencor, se habían apaciguado, esas emociones de furia habían descendido. Escucharla, me hacía sentir compasión por ella. Aunque era inadmisible su comportamiento, era verdad... que tan sólo eramos unos niños... 

Y sin pensarlo, la abracé. 

Al final, la culpa de todo, era sólo mía. Yo fui quién de todas formas se masturbó, a quién descubrieron hacerlo, y quién jamás pudo ver, que Helen también había sufrido tanto como nosotros mientras crecíamos. 

—Lo siento mucho —susurró mientras lloraba.

—Lo sé —contesté—. Lo resolveremos Helen... 

Zoé entró y nos sorprendió abrazados. 

Helen y yo instintivamente nos separamos. 

—Siento interrumpir —dijo con un tono tosco— Mai no quiso hablar conmigo —continuó. Tenía el rostro tenso—. Creo que me iré  a la cama, esta noche ya termino para mi —con un hilo de voz a penas visto de alguna emoción. 

Cuando hablaba así se parecía a Mai. 

Y luego se marchó, subió las escaleras y se encerró en la habitación.

—Creo que debo hablar con ella también —propuso Helen.

Asentí con la cabeza.

—Yo iré a buscar a Mai.

Ambos nos separamos. 

Salí fuera de la cabaña, había una neblina tenue cubriendo todo el lugar, hacía mucho frío y caían unas pequeñas gotas de agua. Era mejor que me diera prisa antes de que empezará a llover.

Caminé siguiendo el sendero que nos dirija al lago hasta que vi a Mai sobre uno de los peñascos que sobresalía. 

Subí al peñasco donde estaba Mai, a penas y me determino. Tenía un cigarrillo en los labios y fumara contemplando el lago debajo de nosotros. El viento fresco soplaba en nuestros rostros, mientras el sonido de las olas rompiendo contra las rocas. Mai se sentó en la orilla del peñasco, la seguí y me senté a su lado.

Mai miró hacia el agua y suspiró. 

—Lo siento por antes —dijo—. No debería haber reaccionado así. Es solo que... se estaba pavoneando como si no tuviera algo que resolver. Como si de pronto, fuese una persona que no lastimó a mi hermana.

 No dije nada. Sabía que aún no terminaba.

—Y luego, tú, dejándote seducir de la persona que acabo contigo. 

—No lo sabía.

—Lo sé —le dio otra calada al cigarrillo—. Por eso necesitabas saberlo.

—¿Era por eso que querías jugar verdad?

Ella asintió con la cabeza. 

—Necesitábamos exorcizas viejos conflictos si queremos estar bien en el futuro —susurró—. Eso fue lo que tuvimos que hacer mi hermana y yo en el viaje que tuvimos. 

—¿Y cómo sabias todo eso?

—Yo lo sé todo Noah —respondió sonriendo,

—Vale —dije, no quería insistir.

—Lamento si eso te lastimo. Sólo intentaba protegerlos. 

—Lo sé —conteste enternecido—. No te preocupes. Entiendo cómo te sientes. Yo también protegería a alguien a quiero.

Mai sonrió débilmente. 

—Que romántico te vuelves a solas con una mujer.

Yo me reí. 

—Yo también lo lamento si te hice daño de algún modo —miré al cielo nocturno mientras  algunas gotas de agua me caían en la cara—. Y también, por el daño que ese suceso le haya causado a tu hermana. 

Mai no dijo nada y simplemente nos quedamos sentados en silencio por un rato mirando el lago. Bajé la mirada para ver a Mai, y noté que la luz de la luna iluminaba su rostro, destacando sus rasgos delicados y la suave piel de su cara. En ese momento,  me di cuenta, que aunque había sentido atraído por Zoé y por Helen, había algo en Mai que me atraía aún más. Pero no quería arriesgar su amistad, especialmente después de lo que había acontecido. 

Mai apagó el cigarrillo en una de las rocas. Giró la cabeza y me miró fijamente a los ojos.

—Ahora a la única persona que no has besado es a mi —susurró.

Acercó su rostro al mío, y su boca la pusó cerca de la mía. Mi corazón me dio un vuelco como si de verdad esta vez, fuera a reventar. 

Cerré los ojos y lo esperé...

Con ansias lo esperé... 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now