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Mis hermanos finalmente estaban en casa. Era el medio día cuando decidí levantarme de la cama, yo no había salido de mi cuarto desde que ellos habían llegado. Incluso ignoré las llamadas de Emma porque en realidad, no tenía ganas de hablar con ella. Para ser honestos, con nadie.

Cuando bajé las escaleras, vi a mi hermano revolotear y hacer llamadas con mucha prisa. Mi hermana de tanto lloraba con su pequeña hija entre los brazos. Ambas lloraban sentadas en el sofá. A su alrededor, un montón de gente que no reconocía.

No sentí nada.

Pero sabía lo que estaba ocurriendo. Sabía porque el ambiente se sentía tenso. Entendía porque todas esas personas asistían a la casa y consolaban a mi hermana. La situación se explicaba sola.

—Finalmente —dijo mi hermano al verme—. ¿Ya te informaron?

—Mis padres...

Hubo un silencio que dolía en las entrañas.

—Mamá sigue en el hospital —dijo él.

—¿Y papá?

—Papá murió.

Las palabras de mi hermano fueron directas, heladas, distantes, dolorosas, y a pesar de eso, justo en ese instante no sentí nada.

—Vamos a preparar el funeral de papá. Tú ve a ver a mamá.

—¿Está consciente?

Ni siquiera pregunté por lo que había pasado. No quería saber, no quería saber nada en realidad. La culpa me invadía de repente, estaba completamente seguro de que había perdido el tiempo. De que ese irracional pensamiento que se perpetua hasta que la muerte aparece, me había condenado para siempre.

Nunca imaginé que mis padres pudiesen morir en realidad.

—Aún no despierta —mi hermano continuaba serio. Así era él. No podías pedirle a una persona hermética que muestre un poco de compasión o dolor. Y seguro, todos los que nos observaban pensaban que yo era igual que él—. Pero los doctores dicen, que hablar con ellos puede ayudar a que recupere la consciencia y luchen por su vida.

—Entiendo.

—Ve a verla —me ordenó.

Asentí con la cabeza y volví a subir las escaleras.

Ignoré a todos los demás.

No saludé a nadie.

Sólo caminé sin ningún sentido hasta mi habitación.

Sabía que estaba caminando porque podía escuchar el sonido que hacían mis pies sobre la madera fría. De no ser por eso, podría asegurar que no estaba sintiendo ni una sola fracción de mi cuerpo.

Cerré la puerta detrás de mí y me cambié.

No me bañé.

No me cepillé.

No quería hacer nada.

Sólo quería despertar de aquella pesadilla donde mi padre se había ido para siempre. 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now