43. Revelación

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Zoé y yo sólo continuábamos caminando hasta llegar a su casa y cuando entramos, nos encontramos a su madre completamente dormida en el sillón. Tenía una botella de vino abierta sobre la mesita y una copa vacía. Roncaba y se le veía agotada. Hacia tiempo que no la detallaba, pero su rostro se veía bastante envejecido. El paso del tiempo había sido muy despiadado con ella.

—¿Se encuentra bien? —le pregunté.

Zoé ignoró mi pregunta.

—Mai debe estar arriba en su habitación, sube —me sugirió—. Yo prepararé un poco de café y algunos emparedados para que cenemos.

Yo asentí con la cabeza y atravesé la sala donde estaba su madre durmiendo a hurtadillas para no despertarla. Subí las escaleras y recordé todas las veces que estuve en esa casa jugando, platicando, riendo, festejando, bailando... tanto mi casa, como la de Zoé eran recintos que nos recordaban la vida que compartimos juntos.

Una vida que parecía estar bastante lejos de nuestra realidad presente.

Sentí un poco de melancolía mientras buscaba la habitación de Mai. Recordaba muy bien que se trataba de la alcoba que se encontraba frente a la puerta del baño. Me detuve frente a la puerta y pude escuchar la melodía de una canción que no reconocía.

Toqué, pero parecía que no escuchaba. El volumen de la música era más alto de lo normal, aunque estaba ahogado por la puerta cerrada que no permitía que ese ritmo alternativo se escapará de la habitación. Quizás había cerrado la puerta, precisamente para no incomodar a nadie con su música.

Determinado, puse mi mano en la manija y la abrí.

Mai estaba con una camisa ancha que la cubría hasta por encima de las rodillas. Era de color negra y tenía un estampado de la Nasa en la mitad. Bailaba al ritmo de la música, y la cantaba mientras se movía. Su cabello teñido de rubio revoloteaba sujetado por una cola de caballo.

Tenía las piernas gruesas y tonificadas expuestas a la vista. Era imposible no mirarla, aunque su cuerpo estaba oculto por la soltura de la única prenda que llevaba encima, se veía jodidamente sexy.

"You really think you're something special" cantaba, y no lo hacía mal. Sincronizaba bien con la voz de la cantante y con el ritmo. Su voz era fina y aguda, parecía como si tratará de afina mientras que pronunciaba el inglés con fluidez, "And think you're hot but acting so cold".

Entonces, abrió los ojos y se sorprendió de verme debajo del portón de la puerta contemplándola alucinado.

Mai frunció el ceño y dejo de cantar abruptamente.

—Toqué y no respondiste —me defendí ante esa mirada acusadora.

—Es una pena que me hayas encontrado cantando y no masturbándome —respondió con ironía—. ¿Verdad?

—De eso quería hablar contigo...

—¿Quieres convencerme de que no eres un sucio pervertido? —continuó—. Porque creo que eso está más que claro.

—Mai, lo lamento —dije de verdad avergonzado, sentía como la cara se me ponía caliente.

—¿Y qué? —dijo acercándose con determinación—. ¿Sólo a eso viniste?

—No —respondí con honestidad—. Quisiera saber si lo que ocurrió podía quedar entre nosotros.

—¿Cómo un secreto?

—Sí quieres llamarlo así.

Ella se tomó la barbilla e hizo una cara como si estuviera meditándolo.

—No lo sé. Estas actividades parecen malas costumbres tuyas —respondió con una sonrisa maliciosa.

Entonces ella también lo sabía. Lo que había ocurrido aquel día.

—Oye... es un poco injusto lo que dices.

—Pero si parece que te gusta tocarte mientras te miran.

—De ser así, la puerta estaría abierta y habría empezado sólo cuando llegaras —sus comentarios me habían puesto a la defensiva.

Sin embargo, no parecía molestarle mi actitud, pues su reacción fue reír de nuevo.

—Te preocupa que se lo diga a alguien ¿no es verdad?

—¿Ya se lo dijiste a alguien?

—No, pero debería hacerlo —dijo—. Hay que advertir a la gente de los pervertidos.

—¡No soy un pervertido!

—Sabes Noah, me causa mucha curiosidad —Mai se acercó hasta quedarse frente a mi, inclinó la cabeza para que su cara estuviera cerca de la mía y no me perdiera su mirada severa—. ¿Así fue como trataste de explicarle a mi hermana el día que te descubrió masturbándote mientras gemías su nombre?

Sus palabras me generaron malestar y una rabia que no pude disimular. Me devolvió a ese momento y cómo mi reputación se había destruido por aquel error.

—No tuve oportunidad de hablar con ella, porque cuando quise hacerlo —di un pasó al frente, sentía que me ardían las orejas y empuñaba las manos para contener la ira—... tu hermana ya se lo había contado a todo el mundo.

—¿Entonces eso es lo que crees que pasó? —Mai se echó a reír burlándose de mí.

Yo callé. Me sentía indignado y vulnerado. Recordé todo de golpe, y el resentimiento por Zoé, el odio por el pueblo, todo había empezado con ese fatídico y accidentado acontecimiento. Le di la espalda y estaba dispuesto a irme, a olvidarme de todo como aquella vez.

—Es por eso por lo que huiste del pueblo ¿a que si? —interrumpió Mai detrás de mí.

—No tienes ni idea de lo que ocurrió después.

—Sí puedo imaginarlo. También estuve aquí mientras pasaba —dijo—. Eras objeto de burlas en el colegió. Incluso algunos adultos pensaron que eras un asqueroso niño puberto.

—Sí, había olvidado como había sido todo, gracias —musité herido—. Y lo doloroso que es sentir como la persona en la que más confiabas en todo el mundo fuera capaz de destruirte de esa manera.

—Es una pena que hayas vivido todo este tiempo en una mentira.

Me giré para encararla.

—¿A qué te refieres?

Los ojos oscuros de Mai estaban fijos en mí, tenía severidad y transparencia. Esta vez no había ironía, burla, o rabia. Estaban limpios como el agua del mar en un balneario natural sin presencia de humanos.

—No fue mi hermana quién esparció el rumor. 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now