53. Chimenea

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El fuego crepitaba en silencio mientras contemplaba la chimenea arder. Estaba sentado en el piso, cerca del calor. Las noches en el lago parecían ser más heladas de lo que me imaginaba. 

—¿Estás bien? —me preguntó Zoé al llegar con lo que parecía una bandeja de hot dogs y unas mini hamburguesas.

—Lo estoy —respondí y tomé una de las mini hamburguesas, moría de hambre.

Nos alcanzaron frente a la chimenea Mai y Helen que traían consigo unos vasos llenos de lo que parecía un coctel de piña colada. 

—¡Estamos listas! —advirtió Mai emocionada. 

—¡Que empiece la fiesta! —corroboró Helen.

Las tres chicas empezaron a conversar de la última vez que estuvieron en la cabaña, como se embriagaron, las aventuras que hicieron, los chicos que conocieron, no podía participar porque no estuve allí y me di cuenta, de toda la historia que me había perdido con mis amigas y aquello me lleno un poco de nostalgia. 

A veces me concentraba en la forma placida y discreta que tenía Zoé pare reír, y otras veces, me concentraba en ver como Mai a pesar de la rudeza con la que habitualmente se comportaba, se carcajeaba de risa sin mesura alguna. Parecía actuar con mucha transparencia. 

Pero cuando miraba a  Helen noté que ella también lo hacía con mucha intensidad. Me ponía nervioso sentir su mirada sobre mí. Era muy extraño, nunca nos habíamos mirado de esa forma, y mucho menos, nunca antes me había preguntado cómo sería verla en ropa interior... 

"¡Carajo! Contrólate no eres un adolescente" me reprendí. 

Así estuvieron un rato más, cantando, riendo, susurrando cosas que no podía escuchar mientras yo simplemente desasociaba. Pensaba en la decisión que debía tomar, en lo que me deparaba el futuro, en lo que sentía, a lo que temía, que no me di cuenta en que momento Helen se sentó a mi lado y recostó sus enormes senos en mi hombro. 

Pude sentir la calidez de su pecho y tuve que cruzar las piernas para prevenir una vergonzosa erección.

—Y tú Noah —empezó a decir, se le veía desinhibida y efusiva quizás por los dos cocteles que había bebido hasta ahora—. Hace mucho que no sé nada de ti... ¿a qué te dedicas?

—Ahora mismo, sólo me dedico a existir —respondí con ironía. 

—No nos pongamos profundos —intervino Zoé a tiempo antes de que saliera a relucir mi melancolía—. Hoy estamos aquí para recordar todo lo que hay en nuestras vidas a parte de los malos momentos...

Mai sólo llevó su copa de licor a la boca y me miró con curiosidad.

—Sabes, siempre ha sido así  —continuó Helen—. Con este aire de chico callado, misterioso, demasiado intelectual ¿Verdad Zoé?

Zoé sonrió.

—No estoy segura —respondió—. Aunque si parecía mirar a todos por encima del hombro.

—Eso es raro —me defendí—. Me consideraba más un apático indiferente que un narcisista intelectual. 

Zoé rió de nuevo y vi como Mai arqueaba las cejas asombrada sin bajar su bebida de la boca. 

—Pero ya, en serio... —Helen parecía insistente, con sus manos acarició mi cabello y continuó hablando—. ¿Qué es lo que sueñas hacer?

—Escribir —respondí.

—¿Y qué escribes?

—Nada en absoluto —contesté con honestidad.

—Un escritor que no escribe. 

Yo me reí. 

—Sí que escribe —intervino Zoé—. ¿Recuerdas esa historia que me regalaste cuando teníamos 13? 

Yo me avergoncé pero eso no detuvo a Zoé de relatar toda la historia de fantasía donde una princesa era quién conquistaba al caballero de armadura oxidada, perdido y derrotado por un dragón. Lo que ella no sabía, era que lo había escrito para ella, era la representación de como veía yo, nuestra relación.

Siendo ella siempre la protagonista capaz de conseguir aquello que soñaba y yo, una persona perdida que encontraba su propio camino cuando la conocía. 

"Que ridículo" pensé al recordarlo el falso idealismo romántico que había construido. 

—Interesante —comentó Helen—. Yo estuve allí y no recuerdo nada de eso.

—Porque era un secreto —inquirí abriéndole los ojos a Zoé para desaprobar su confesión—. Y una historia mal escrita. 

—Lo siento —se disculpó Zoé mordiéndose la lengua.

—Pero vamos entonces a lo importante —interrumpió Helen de nuevo. 

Acercó su rostro hasta mi oído y preguntó con un tono juguetón.

—¿Y tienes novia?

Su susurró hizo que se me erizaran los bellos de las manos, busqué consuelo en los ojos de las hermanas pero ellas, en silencio, contemplaban la escena con una cara bastante consternadas. Era como si ellas tampoco entendieran que estaba pasando. 

—Ehhh —titubeé. 

Helen retiró su rostro. 

—Anda, dinos... —insistió. 

—No, no tengo novia. 

—Esa es una buena noticia ¿verdad chicas?

Zoé al escucha la pregunta se atragantó con la bebida.

—¿Estás bien? —le pregunté.

Pude ver con el rabillo del ojo como Helen se quedaba mirándola fijamente tratando de analizar lo que había pasado. Parecía que ellas no tenían una comunicación tan abierta como creía. 

—Estoy bien —respondió Zoé tosiendo. 

—Parece que tienes mucho interés —interrumpió Mai con seriedad mirando directamente a Helen.

Helen me echó una mirada y sonrió con picardía. 

—Es que son temas interesantes ¿verdad Noah?

—¿Y tú tienes pareja? —le pregunté. 

Y parecía que la pregunta incomodo a las demás. 

Helen miró al techó y respondió sin titubear. 

—No, hace mucho que no sé qué es tener una pareja. 

Nos miramos fijamente y me sonrió de nuevo. 

Era como si Helen me estuviera mandando señales de que algo podría pasar entre nosotros y la idea, en realidad, me gustaba. Me hacía sentir atractivo, y deseado. Pero no era la primera vez que pensaba algo así de una chica y me equivocaba, así que simplemente, lo tome con calma...  

Además, bueno... estaba también el tema de que mi primer amor estaba allí; a tan solo unos metros de nosotros, mirándonos con excesivo detenimiento. 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now