22. Dominación

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Emma caminó lentamente hasta donde yo estaba en medio de la cocina, me tomó de la mano y me guió al comedor. No decíamos nada, nuestras miradas encendidas lo decían todo "te voy a follar". Cuando estuvimos de pie cerca a la mesa del comedor, ella metió sus manos por debajo de mi camisa y su nariz rosó mi cuello.

—¿Entonces si me darás el postre ahora? —susurró.

Yo tomé su rostro con ambas manos y respondí a su pregunta besando sus labios. Nuestras lenguas se entrelazaron en un baile tosco y brusco. Mientras el beso francés subía de temperatura Emma desabotonó mi camisa, acarició mi abdomen y metió sus manos entre mi pantalón para agarrarme el pene por encima de los pantaloncillos.

—Desde nuestra llamada tengo tantas ganas de probarlo —dijo cuando nuestras bocas estuvieron distanciadas.

Quería que lo hiciera, no, tenía que hacerlo.

—Hazlo —le ordené.

Mi voz no era amable, no era dulce, no era tierna. Estaba tomando una postura de amo y ella debía ser la sumisa.

Emma me contempló con la mirada y sin replica alguna, obedeció. Se arrodilló y abrió mi pantalón, bajó mi bóxer y liberó a mi pene completamente erecto.

Tomé su cabeza y la guíe hasta mi miembro para que lo metiera en su boca y ella completamente dominada, simplemente, lo hizo. Abrió su boca e introdujo mi pene en ella. Pude sentir la humedad de sus labios, la saliva de su lengua recorrerme desde el tronco hasta el glande.

Lo chupaba como si fuese una paleta y luego se lo introducía hasta que yo podía sentir toda su cavidad bucal. Descontrolado por la excitación y el momento, empecé a penetrar su boca con fuerza, y ella como podía trataba de mantener el ritmo sin ahogarse.

Enterró sus uñas en mis glúteos en un momento cuando estaba volviéndome completamente desconsiderado, pero era difícil para mi contenerme, estaba prácticamente en el cielo. Estaba en ese lugar donde no sentía nada más que placer, en ese lugar donde no me alcanzaba el arrepentimiento, el abatimiento, la soledad, el vacío y el miedo.

Estaba en mi lugar seguro.

Estaba siendo parte del cuerpo de Emma.

Me detuve y ella sacó mi miembro de su boca. La saliva caía de sus labios al suelo, le recorrían el cuello y el pecho. Parecía fatigada. Estaba agitada y bastante molesta.

—Casi me matas —dijo entre jadeos.

—Lo lamento —me disculpé y la levanté del suelo.

La besé con deseo sin importarme que su boca tuviera el sabor de mi sexo. Tenía un sabor fuerte, ácido y se podía sentir el calor que expedía por la fricción con mi pene.

Emma parecía extasiada con el beso, y ante su debilidad la giré y sus manos quedaron sobre la mesa, bajé  sus jeans y la tanga de encaje rojo en un solo movimiento. No me detuve a contemplar su ropa interior, lo hice rápido, con cierta satisfacción y desespero. Era yo quien tenía el control de toda la situación. 

Aquello me generaba más excitación. 

—¿Acaso tenías tantas ganas? —preguntó por la prisa. 

—Siempre las tengo —respondí al mismo tiempo que abría sus piernas con mi rodilla y ponía mi pene entre su sexo—. Sólo deseo metértela en estos momentos.

Ella gimió en cuanto la penetré. Mi cintura se movía rápidamente como si estuviera poseído. Podía sentir el calor de su sexo en el mío, estaba estrecha y bastante húmeda. Sus fluidos se impregnaban en mí mientras se deslizaban por sus piernas.

Emma estaba extasiada y dejo caer su cabeza sobre la mesa. Gemía más fuerte cada vez que yo la penetraba con más violencia. Pero a parte del sonido que hacían nuestros cuerpos a la fricción podía escuchar como mi celular vibraba sobre la mesa. 

Observé la pantalla iluminarse y escuché el incesante siseo del aparato en la madera. Pero yo no estaba allí en ese momento, nada me desconcentraba porque estaba en otro lugar: en un paraíso.

El paraíso que se hallaba oculto entre las piernas de Emma.

Ignoré el teléfono móvil y continúe, en un concierto lujurioso entre sus nalgas y mi cintura. 

—Más fuerte —gimió.

Emma se había rendido a los más bajos instintos. 

La penetré con más fuerza, escucharla me descontrolaba. El celular continuaba vibrando al mismo tiempo que mis manos la golpeaban en los glúteos. La nalgueaba con fuerza y mis manos quedaban marcadas en su piel.

Sus glúteos colorados, su cabeza sobre la mesa, su boca abierta gimoteando, sus fluidos entre las piernas, mi cintura y el suelo, era una escena jodidamente sucia pero caliente. Excitante. Frenética. 

Era una escena digna para un clip sexual filtrado en internet. 

Pero más importante aún, era la escena que me apartaba de toda esa realidad que dolía tanto. Que me llenaba de inseguridad, miedo y angustia. Una escena donde no importante si tenía padres, si estaban vivos o muertos, si tenía hermanos, sobrina, tíos, o amigos.

Era una escena donde... lamentablemente, no estaba Zoé.

En ese instante tras vislumbrar por un segundo el rostro de mi amiga de la infancia, eyaculé sobre las nalgas de Emma y caí al suelo de culo agotado. 

Estaba agitado. Trataba de recuperar el aliento respirando profundo. 

Emma de tanto, continuaba sosteniéndose de la mesa.

El celular finalmente había dejado de vibrar. 

La Insoportable Existencial del Amor (+18)Where stories live. Discover now