Capítulo 7: Bryan

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Bryan era ese primo con el que me peleaba por la última rebanada de pizza, o ese al que le aventaba el control remoto porque se aparecía de la nada y desconectaba el televisor solo por molestar.

Nos peleábamos y arreglábamos por cualquier tontería. Hablamos por teléfono unas cuantas veces estos últimos años. Además de que ahora le había dado por dedicarse a redes y yo por supuesto soy su fan número uno. Era como el hermano mayor que nunca tuve.

—Ya bájame, gorila.—Ni siquiera me había dado tiempo de buscarlo entre la multitud que esperaba en el aeropuerto. Había salido de la nada y casi nos tira al suelo al abrazarme.

Cuando lo llamaba gorila no exageraba, estaba grandote el muchacho. El gimnasio había hecho lo suyo, y a pesar de no verse monstruosamente grande, ya no era ese flacucho que recordaba.

—Mírate nada más, Mocosa. —Retrocedió unos pasos y me inspeccionó detalladamente. —Estás igual de bajita que siempre.

—Que gracioso, Bryan.

Él se rió de mí y me sacudió sus rizos gruesos en la cara, los que había heredado de su madre.

—Tienes que meterte a voleibol este verano. Te hará crecer más. —Me mostró los dientes cuando vio la cara que puse.

—Estoy perfecta así, gracias. —Tomé la maleta más pequeña y empecé a caminar a la salida. —Vámonos ya, estoy cansada. Mientras más largo el vuelo, más me cuesta quedarme dormida.

—¿No pensaste en contratar una grúa para cargar todas estas maletas? —Puse los ojos en banco al escucharlo detrás de mí. —No vas a usar ni la mitad de lo que traes ahí, Lily.

—A ti eso no te importa. —Me detuve luego de pasar la puerta y volteé para encontrármelo batallando con las tres maletas restantes. —¿Dónde está el auto?

Él me miró con la cara extraña.

—¿Qué auto? Estamos a unos minutos. Iremos caminando.

Creo que tomaré el primer vuelo de regreso y me largo de regreso.

—¿Unos minutos?

—Claro.

—Estamos hablando de cuarenta y tantos minutos caminando y quince en auto, Bryan. ¿Perdiste la razón?

Lo miré sin poderlo creer. El muy hijo de su hermosa madre, que era mi adorada tía Su, empezó a caminar sin si quería presentarme atención.

—Bryan, no puedes hacerme caminar todo eso. Mira mis botas, están preciosas, pero no son cómodas para caminar mucho tiempo.

—Eres una chica fuerte. Vas a estar bien. —Siguió caminando, dejando atrás los autos estacionados, que se burlaban de mi miseria.

—Le diré a tía Su lo que me hiciste. Estarás en problemas jovencito.

Se carcajeó.

—Ya hasta hablas como anciana. ¿Cuantos años tienes? ¿80?

—18, tonto.

Se detuvo y puso las maletas en el suelo, delante de una camioneta y la vida volvió a mí.

—Solo bromeaba, llorona. —Me sacó la lengua. —Además, yo me llevaría la peor parte cargando tus maletotas.

Puse los ojos en blanco.

—¿Para qué todo ese músculo si vas a estar quejándote tanto?

Me acerqué a la puerta del copiloto y él quitó el seguro para que pudiera entrar.

Segundos después se subió a mi lado.

—Estos nenes van a arrasar este verano —dijo, flexionando su brazo para presumir sus músculos.

Yo hice el gesto de vomitar y luego me reí al ver su cara ofendida.

Hasta que el verano nos vuelva a juntar Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt