Capítulo 8: Tia Su

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—¡No es cierto!

Estoy segura de que al final del verano sufriré del corazón con todos los sustos que me darán aquí.

Mi tía Su estaba parada en la puerta de la casa con dos bolsas a sus pies, que supongo segundos antes estaban en sus manos.

—¡Jimmy! ¡Ven a ayudarme aquí! —Otro grito más, solo que ahora por parte de Bryan.

Yo empecé a acercarme a donde estaba mi tía, que también avanzaba hacia mí con las manos cubriendo su boca y los ojos brillosos. No quería que llorara, porque si alguien llora frente a mí es una invitación a que yo llore también.

—Hola, tía Su. —Admito que ahora mismo sentía que le debía una disculpa, por nunca volver ni decirle nada.

Ella lucía un poco diferente, su cabello ahora era corto, a comparación de los largos rizos negros que recordaba.

En este momento me estaba abrazando tan fuerte que me cortaba la respiración, pero no la detendría.

—Mi niña. —Rompió el abrazo y tomó mi rostro entre sus manos. Habían lágrimas en sus mejillas y sus ojos azules se veían muy brillantes por las lágrimas. Eran del mismo color que mamá, algo que yo había heredado de también. —¿Qué sorpresa tan maravillosa es esta? ¿Porqué nadie me dijo que vendrías? Hay tanto que habría preparado, le habría dicho a los chicos. —Miró detrás de mí. —¿Tú si sabias, Bryan?

—Obvio. Soy el más confiable de esta familia para guardar secretos. —Pasó por nuestro lado con dos maletas en las manos. —Fue idea de tia Dayane. Quería que fuera sorpresa.

—Dayane me va a escuchar. —dijo mi tía. —Pero no por ti, amor. Me encanta que estés aquí.

Me tomó la mano y empezó a caminar hacia la puerta. La misma se abrió y por ella apareció un niño con lentes y un libro en la mano.

—Creo que estás muy grande como para estar gritando como desquiciado, Bryan. —Miré detenidamente el rostro del pequeño que acababa de hablar. Y no tardé en reconocerlo. Ya había visto lo grande que estaba, pero solo en fotos.

—Jimmy. —El nombre salió de mi boca, pero seguía más que impresionada por lo mucho que había crecido. La última vez que estuve aquí él corría en pañales por toda la casa. Ahora debía tener unos diez años, y también tenía los rizos de su mamá, solo que él había heredado el color castaño de su padre. Eso en combinación de los ojos azules era una bonita combinación.

—Ayúdame con las maletas, enano. —Bryan pasó por su lado y se perdió dentro de la casa.

—¿Maletas? —Los ojos de Jimmy, detrás de unos lentes con montura de color azul pasaron de su madre a mí. —Disculpa, ¿De dónde nos conocemos?

¿Eso que se escuchó fui yo riéndome?

Si, lo fue. Pero, el ceño fruncido del pequeño me hizo tomar una postura más seria.

—Hola, Jimmy. Soy Lily y somos primos. —Me paré frente a él. —Puede que no me recuerdes, pero yo te conozco desde que eras un bebé. Te vi dar tus primeros pasos y cuando dijiste tus primeras palabras.

Él me miró con los ojos entrecerrados y pero luego solo se encogió de hombros.

—Definitivamente me suena tu cara. Mucho gusto entonces, prima Lily.

Miré la mano que tenía extendida hacia mí y aguantado la risa, puse mi mano sobre la de él y vi con ternura cómo se la llevaba a su cara y me besaba el dorso.

—Pero si eres todo un caballero. —Me tomé el final del vestido y le hice una pequeña inclinación. —Él sonrió y un con asentimiento entró a la casa con los ojos en el libro que tenía en las manos.

Volteé a ver a mi tía con los ojos bien abiertos. Ella había estado observando en silencio.

—Qué te puedo decir, cada uno me salió más maravilloso que el otro. —Había una gran sonrisa en su rostro. —Vamos adentro.

Hasta que el verano nos vuelva a juntar Where stories live. Discover now