Capítulo 34: Reencuentros y disculpas

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—Dios te bendiga, pequeña. —Escuchar esa saludo tan especial me hizo llenar los ojos de lágrimas y lo último que quería era llorar. Pero estoy en esos días en los que soy más sensible de lo normal. —Levanta la mirada para verte bien.

Alcé el rostro y lo primero que noté es que su cabello, que antes tenía mechones blancos, ahora estabas totalmente cubiertos por ellos. Eran de un gris precioso. La abuela era una mujer bellísima, sin importar los años que pasaran.

—Mírate. Ya eres toda una señorita. —Ella sostuvo mi rostro y luego puso sus manos en mis hombros y me atrajo para darme un abrazo. —Solo tienen que crecer un poquito y ya quieren abandonar a uno.

—Lo siento mucho, Yaya. —Le devolví el abrazo aún con algo de timidez.

La abuela Charlotte era la abuela de todos. Esa mujer amaba a los niños y mis primos y yo desde pequeños nos encariñamos mucho con ella y desde siempre la hemos llamado así.

—¿Qué haz estado comiendo? —Ella mi miró de pies a cabeza y me hizo girar sobre mis pies. —Estás muy flaca, por amor a Cristo.

Alguien se rió a mis espaldas.

—Tú no te rías, que desde que te mudaste también estás más flaco. Seguro están comiendo cualquier cosa, pero mientras yo siga viva y ustedes cerca, comerán como Dios.

Esta vez yo también me reí. Para la abuela Charlotte siempre estás muy delgado y quiere que comas y comas sin parar.

—Le traje esto, abuela. —Le tendí la bolsa.

—¿Qué es? No debiste gastar tu dinero comprándome nada, eres joven y lo necesitas más que yo. —Tomó la bola a regañadientes.

—No se preocupe, prometo que no gaste mucho. —Sabía que se atrevería a enviarme a devolver el regalo si le decía lo contrario.

—Ah bueno, más te vale. —Abrió la bolsa y sacó la caja que estaba dentro. —No hay forma de que me convenzas de que esto no te costó mucho dinero, Lily. Ten, devuélvelo.

—Ya le dije que no fue costoso. —Volví a empujar hacia ella la caja que me extendía. —¿Verdad que no, Levi?

El susodicho estaba sentado en la encimera, comiéndose una galleta y miando el móvil en su mano. Creo que era la primera vez que lo veía con el móvil a mano.

—Emm... si, si. Por supuesto.

Yo entrecerré los ojos hacia él. No estaba prestando atención a nada de lo que estaba pasando.

—Qué va a saber Levi de cosas baratas, si nunca mira precios cuando compra.

—Pero yo si sé, abuela. Le prometo que no es nada que no haya podido pagar felizmente. No se preocupe y recíbalo, por favor. —Puse mi cara más inocente.

Ella me miró y miró la caja en su mano. El juego de agujas e hilos para tejer se podían ver a desde afuera, por el plástico.

—Bueno, lo aceptó por esta vez. Solo porque tenías mucho tempo sin venir y sé que está es tu manera de disculparte.

Yo asentí.

—¿Le gustó el regalo? —Le pregunté ahora con una sonrisa.

Hasta que el verano nos vuelva a juntar حيث تعيش القصص. اكتشف الآن