Capítulo 36: Obvia

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Volví a mirar a la puerta trasera. Levi había salido hace rato y solo se disculpó y dijo que volvía en un momento.

—No se va a materializar solo porque no dejes de mirar la puerta, mi niña.

Casi me atraganto con el té frío.

—¿Qué dices, abuela? —Mi risa se escuchó algo rara. —Solo me pregunto dónde se habrá metido.

Ella me miró por encima de sus lentes, frunciendo sus labios.

—Al parecer hay cosas que ni con los años cambian. —Me señaló con la aguja. —Tú boca dice una cosa pero tu cara colorada me dice otra.

Se supone que ahora era buena ocultando mis emociones. Realmente era buena guardándome las cosas para mí. Pero, como decían en las novelas de romance: tenía mi excepción.

—Probablemente haya ido a hacer algo al apartamento ese al que se mudó —dijo ella, yo miraba fijo lo que hacía con la aguja e hilos en sus manos. La rapidez y fluidez con la que tejía era muy satisfactorio de ver.

—A propósito de eso, me pareció muy raro que haya venido de visita y que no se haya quedado con usted.

—¿Visita? —La abuela Charlotte me miró y luego abrió mucho los ojos. —Cierto, hay muchas cosas que no sabes.

Yo la miré con curiosidad. Pero a la espera de si me quería contar.

—Levi no está de vacaciones, mi niña. —Ella suspiró. —Él ha vivido acá los últimos cinco años.

Traté de darle sentido a lo que estaba escuchando, pero me costó.

—¿Cómo así? Pero... ¿Qué pasó? Él venía cada verano, igual que yo... —Ella solo me escuchó, sin decir nada. —¿Pasó algo con sus papás?

Eso sí provocó una reacción en ella, su expresión cambió a una casi melancólica.

—Ay, mi niña. Ustedes tienen que ponerse al día con muchas cosas.

Y como si lo hubieran invocado, la parta que daba al patio se abrió y Levi se asomó por esta.

—Lamento interrumpir la actividad tan divertida que están realizando, pero traje helado. ¿Quieren?

La emoción creció dentro de mi pecho y quise salir corriendo, pero mantuve la compostura y me paré sin ser tan obvia.

—Por eso eres mi nieto favorito, sabes consentir a tu abuela. —Ella soltó todo y entró a la casa rapidísimo.

Yo me reí y la seguí. A la abuela le encantaba el helado, igual que a mí. Pero, había un sabor en específico que ella me había hecho probar y desde entonces era mi helado favorito de la vida, pero tenía años sin comerlo.

Llegamos a la cocina y sobre la encimera había un bote de helado y casi lloro de la emoción.

Hasta que el verano nos vuelva a juntar Where stories live. Discover now