Capítulo 40: Gracias

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—¿Qué dices, tontita? No te disculpes. —Levi tomó otra vez mis muñecas y está vez mis manos abandonaron mi rostro. —Nada eso fue tu culpa, así que no te disculpes.

Mi cara debía ser un desastre ahora mismo, así levanté una mano y empecé a limpiarme con el dorso, pero seguía llorando, así que solo lo empeoraba.

—Ten.

Tomé el pañuelo que me ofrecía y antes de que llegara a mi cara lo miré y rompí a llorar más fuerte.

—¿Don... dónde lo... dónde lo sacaste? —Me cubrí el rostro y lloré con la toallita amarilla llena de dibujos de gatitos pegada al rostro. 

—La olvidaste aquí. Te la iba a devolver pero nunca volviste —dijo, mientras tomaba mi otra mano. —Lo recordé esta mañana y la tomé para dártela, por eso estaba en mi bolsillo.

Mi limpie la cara y me soné la nariz con ella. ¿Hace cuento no lloraba así?

—Tú la pasaste muy mal y yo no estuve ahí para acompañarte. —Lo miré, él estaba sonriendo como quien ve algo muy tierno o algo que le da pena. Dios, que vergüenza.

—Debo admitir que estuve enojado contigo un tiempo, pero que no afecte, estaba enojado con todo el mundo. Pero es cierto que quería verte. Y cada verano que pasaba y no aparecías me hacía sentir que tú también me habías abandonado. Pero era porque estaba herido.

—¿Cómo lo dices tan tranquilo? —Le pregunté. Si hasta sonreía el muchacho.

Él sacudió la cabeza.

—Porque ya sané, Lilisent. Me perdoné y perdoné a quien debía. Ahora solo me quedaba extrañar de la forma más bonita que podía.

Hice un puchero y las lágrimas siguieron corriendo por mi rostro.

—Nunca te había visto llorar así —dijo, arrugando la nariz mientras sonreía.

Se veía todo tierno.

—Creo que nunca había llorado así. —Aún me costaba hablar.

—Diría que lo siento, pero de alguna forma me alegro por ti.

—¿Por mí?

El asintió.

—Es liberador llorar así de vez en cuanto. Además de que me siento halagado. No merezco todas esas lágrimas. —El me dio un toque en la nariz y se puso de pie.

Yo volví a sonarme la nariz e intentar limpiar mi cara. También aparte de mi cara los mechones que se habían pegado a ella.

Levi volvió con un vaso de agua y me lo tendió.

—Gracias —dije al regresarle el vaso.

Él me miró y se rió.

—Eres una llorona.

Hasta que el verano nos vuelva a juntar Where stories live. Discover now