Capítulo 57: Silencio

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Llegamos al hospital, era el mismo en el que trabajaba mi tía, así que luego de hablar con la recepcionista pasamos directamente a urgencias. Era la primera vez que entraba a esa área en un hospital.

Mi llanto se había calmado, pero los latidos de mi corazón no.

Llegamos al pasillo y sentados en unos sillones estaban mis primos y Anthony. En cuanto nos vieron se acercaron. Julie abrazó a mi tía, llorando desconsolada, Bryan estaba apoyado en la pared, sus ojos fijos en el suelo y su mirada perdida. Me acerqué a Anthony.

—¿Cómo está Yaya?

Él negó con la cabeza.

—Tiene rato en urgencias. Nadie nos ha dicho nada. —Él se dejó caer sobre el sofá y se frotó el rostro en las manos.

—Intentaré conseguir información —dijo mi tía y luego se perdió en uno de los pasillos.

—¿Qué fue lo qué pasó? —Pregunté.

—Un infarto. Levi estaba con ella, así que la trajo rápido al hospital.

Las ganas de llorar volvieron.

—Pero, ya la vieron, ¿no? Se va a poner bien. —Mi voz se escuchaba temblorosa.

Anthony asintió y se sentó al lado de Julie.

—¿Dónde está Levi? —Pregunté, mirando a ambos lados del pasillo.

—También fue a buscar información. —Contestó Bryan.

Me moví de un lado a otro sin poder mantener la calma. La incertidumbre era de las peores sensaciones, pero el hecho de tampoco saber nada me daba la esperanza de que las cosas también podrían estar bien.

Me acerqué a uno de los sofás para sentarme, pero al ver acercarse un médico me enderecé. Mi tía venía detrás de él, pero me enfoqué más en el doctor.

—¿Familia de Charlotte Evans?

Todos afirmamos, y yo no pude evitar voltear para ver si Levi no aprecia de alguna parte.

Los siguientes segundos en los que el doctor habló sentí como si fuera un evento lejos de todo lo que había vivido, como si lo estuviera viendo en la tele y él no estuviera diciendo que Yaya había fallecido, qué su corazón había dejado de latir y sus ojos se habían cerrado para siempre.

Por un momento solo hubo silencio y un dolor abrazador en el pecho, que subió hasta formar un nudo en mi garganta, mi vista se volvió borrosa y al parpadear las lágrimas rodaron por mi rostro. Llevé mi mano a mi boca para tapar el sollozo que se me dobló hasta que mis rodillas dieron con el suelo. Y ahí escuché lo que había a mi alrededor. Llanto. Pero ahora mismo no sabía identificar de quien.

Y ahí, en medio del pasillo de urgencia del hospital Central ocurrió el suceso más doloroso de mi vida.

Hasta que el verano nos vuelva a juntar Where stories live. Discover now