Capítulo 33: Yaya

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—Hay algo de lo que quiero hablarte. —Había estado pensando en eso luego de mi conversación con Julie.

—Soy todo oídos.

Estábamos caminando en la calle frente a la playa. La casa de la abuela Charlotte estaba al otro lado, muy cerca de la playa.

—¿Qué opinas de Anthony y Julie?

Levi me miró con algo de sorpresa. Al parecer no se lo esperaba.

—Emm... —El se rascó la nariz con el índice. —Opino que se gustan mucho. —Se encogió de hombros.

—¡Exacto! Yo pienso lo mismo. —Me puse delate de él caminando de espaldas.

—No camines así, puedes tropezarte con algo. —Levi tomó mi mano y me devolvió a su lado otra vez. —La cuestión con ellos es que Anthony es muy tímido y Julie es algo insegura, lo que hace que ninguno se atreva a dar el paso.

—Eso mismo. Tú sabes a dónde voy. —Me alegraba que estuviéramos en la misma página. —Yo quería confirmar que los sentimientos de Julie eran correspondidos, por más obvio que creo que es. Así que con eso ya no hay problema. La cuestión es que ninguno da el paso por miedo.

Levi asintió.

—¿Qué podemos hacer? No quiero ver sufrir a mi prima.

—Yo tampoco. Ambos son mis amigos, pero lo más que podemos hacer es hablar con ellos y motivarlos a hacer algo al respecto. No podemos presionarlos.

Él tenía razón.

—De todas formas estoy más tranquila, porque sé que ambos se sientes igual por el otro. —Asentí menos preocupada.

—Tan romántica como siempre.

Puse los ojos en blanco.

Llegamos a la casa y definitivamente estaba más hermosa de lo que la recordaba. El jardín estaba más grande y habían más flores.

Seguimos el camino del medio y al llegar a la puerta Levi sacó una llave de su bolsillo y abrió la puerta, haciéndose a un lado para que pasara.

—¡Levi! ¿Eres tú? —Escuché la voz de la abuela Charlotte y sentí un apretón en mi pecho.

—Si, Yaya. Ya llegamos. —Él me hizo seña para que lo siguiera, entregándome ahora la bolsa que se había ofrecido a traer. 

El lugar olía delicioso y mientras seguía a Levi me percaté de que nos dirigíamos a la cocina.

La casa era de dos pisos, pero no era muy grande. Era el lugar más acogedor y bonito de la vida. Por dónde sea que pasabas habían fotos, tanto colgadas como en alguna superficie. También habían muchas manualidades y el olor a galletas que me hizo volver a aquellos días en los que mis primos y yo veníamos y la abuela Charlotte nos ensañaba a preparar sus famosas galletas. La realidad es que solo hacíamos de la cocina un desastre.

—¿Donde está esa muchachita malagradecida? — Una Yaya, con un vestido de flores muy bonito se giró hacia nosotros, limpiándose las manos del mandil que tenía.

Yo me paré en la entrada de la cocina sin saber para dónde mirar.

—¿A caso no piensas venir a saludar a esta vieja que no ves hace tanto tiempo?

Me acerqué, aún con la mirada en el suelo y me detuve frente a ella.

—Bendición Yaya.

Hasta que el verano nos vuelva a juntar Where stories live. Discover now