Capítulo 37: Tiramisú y mas dudas

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—Tiramisú —dije suspirando.

—Sé que en Algeo no consigues ese sabor, así que... —Él se estaba sacudiendo la sudadera, como quien quiere aliviar el calor.

—Pero, tardaste mucho. —La abuela se acercó al bote y sacó dos copas para empezar a servir.

—No lo conseguí en la heladería de siempre.

—¿Fuiste a comprarlo hasta el lugar ese que está tan lejos? —Ella lo miró con manos en las caderas. —Eres bien imprudente, eh. Caminaste todo esto bajo este sol.

Él solo se encogió de hombros.

—Me gusta caminar, Yaya.

Ella sacudió la mano en reprobación.

—Que caminar ni que nada. —Ella dejó el helado y le sirvió un vaso de té helado, que él se tomó como agua. —No sé ni para qué te compraste el carro ese. Si te vas caminando para todos lados.

Yo solo los observaba sin saber que decir o pensar.

—Pero a ti ni te gusta el helado de tiramisú. —Mi voz salió más bajita de lo que esperaba.

Levi me miró y sonrió.

—No lo compré para mí. —Mi expresión hizo que se riera con ganas. —Están haciendo un drama por nada, yo estoy bien y ustedes tienen su helado.

Ahora quería abrazar al tonto ese. Y si pensaba que era el mejor chico del mundo, cuando era mi crush, ahora había evolucionado a niveles estratosféricos.

—Creo que me pasé educándote. Me merezco un premio.

Levi sonrió ante el cometario de su abuela y acercándose a ella, la abrazó y besó su sien.

—Por eso voy a consentirte para siempre.

Yo los miré con una sonrisa. La relación de estos dos era de las cosas más precisas que había visto en mi vida. 

Luego de que se despegaran, yo recibí gustosa mi copa de helado y la primera cuchara que me llevé a la boca me hizo dar saltitos como niña emocionada. Y es que así me sentía en ese momento.

¿Cómo había sobrevivido sin el helado de tiramisú todo este tiempo?

—Esto es lo más delicioso del mundo. —Miré a Levi, quien se divertía con mis reacciones. —¿Cómo puede no gustarte algo tan delicioso?

—No me gusta nada que tengo sabor a café en el. —Él se encogió de hombros.

—Tienes muy mal gusto.

—Yo no creo eso. —Me miró y sonrió.

Luego de ese momento sublime, en el que me harté de helado hasta no poder más, la abuela subió a tomar su siesta y nosotros empezamos a organizar todo hacerle el dichoso corte de pelo... o de puntas, para ser más específicos.

Para eso Levi había subido a darse una ducha rápida, ya que había sudado mucho cuando fue a comprar el helado y de paso se lavó el pelo.

Bajo ya cambiado y con el cabello húmedo.

Y nos pusimos manos a la obra.

Luego de dividir el pelo en secciones y empezar a cortar con cuidado.

—¿Hace cuanto no te cortas el cabello?

—Creo que cinco años, más o menos.

—Desde que empezaste a vivir acá. —Solté con cuidado. No podía verle la cara, así que noté claramente como se tensaba y soltaba un suspiro.

—¿La abuela te contó?

—Si. Pero solo eso.

—Y tú quieres sabes más.

—Solo lo que tú quieras contarme.

—Te diré lo querías saber. Así que, tú pregunta.

Hasta que el verano nos vuelva a juntar Where stories live. Discover now