El Tercer Príncipe

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Luego de estar mucho tiempo en el retrete consideró que estaba lo suficientemente bien para por lo menos tomar un té con su hermana, el último que compartirían por un largo tiempo. Y ya eran dos semanas desde que no tomaban uno.

Esas dos semanas fueron para conseguir un buen barco que lo llevara a salvo a Leras. Cinco días galopando de ida, otros cinco de vuelta y cuatro buscando un buen navío ya que no podían usar un barco de la armada real debido a los ataques de piratas que habían sucedido en los últimos meses y una galera real sería mucha tentación.

La petición era extraña, una galera de guerra de la armada real tendría suficientes medios para defenderse de un ataque que cualquier otra embarcación. 

«Pero aquellas son las palabras del rey»

 —¿Qué te parece ese barco? —preguntó a Sir Trey, su cuñado, señalando una enorme galera mercante.

—Si quieres invitar a la Flota Roja a tomar el té no tengo ningún problema —respondió con un ápice de sarcasmo.

 —Muy buena esa —comentó Sir Dane Ashwood, el escudero y mejor amigo de Trey—. Pero no seas tan duro con el pobre chico. No es su culpa que Sander no le haya enseñado lo suficiente de barcos.

Sander a pesar de la corta edad de diecisiete años era capitán de parte de la Flota Real posicionada en Puerto Plata. Elena siempre decía que él debió nacer con aletas en lugar de pies.

Los tres recorrieron el Muelle de las Especias donde las galeras comerciantes anclaban. El olor a sal, pescado y a hombres que no se habían bañado en semanas le deba asco.

Fue hasta el cuarto día que encontraron el barco perfecto, una galera comerciante que convenientemente se dirigía a Leras. El capitán de "La Doncella del Mar" aceptó el honor de llevar al príncipe y una guarnición de treinta hombres que su padre había elegido personalmente. Lo que más le sorprendió era que no escogió a ningún miembro de los ahora Trece. 

Se notaba mucho el aprecio y cariño que sentía por él.

—¿Ya se siente bien, Su Alteza Real? —preguntó su mayordomo personal.

Era un sirviente leal pero por desgracia no lo acompañaría a Leras, ¿quién en su sano juicio dejaría la comodidad de su hogar para ir a tan salvaje lugar?

Una vez se sintió fresco, se encaminó a dónde su hermana le citó. Asta altura ya debería estar por el segundo plato. Su hermana melliza era menuda y muy bajita para su edad pero comía como cualquiera o incluso más que sus hermanos.

Los llantos de su hermana fueron como recibir una estocada en lo más profundo de su corazón. Hacía exactamente tres años que su hermana perdió la vista.

Su largo cabello rubio ondulado, su cara tan fina, nariz tan pequeña y sus ojos blancos como la nieve que antes fueron tan verdes como el musgo que crece en los robles le hacían recordar y recordar era doloroso. Era la viva imagen de su madre.

Una estocada invisible atravesó su pecho.

«¿Por qué ella entre todos?»

Su hermana comía vorazmente el postre mientras él sólo bebía un poco de té, no quería sufrir algún percance durante el trayecto. No había terminado la primera taza y Elena había devorado tres pastelillos de limón, cinco galletas y dos tazas de cacao caliente. El ver la escena hizo que su estómago se revolviera. El estómago de Elena era un pozo sin fondo.

—¿Emocionado por tú viaje? —le preguntó la princesa con una gran sonrisa, tenía un bigote de cacao debajo de la nariz. Elys no respondió y la limpió con una servilleta—. Quita esa cara larga, sé que me vas a extrañar pero voy a estar a estar bien.

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora