La tercera es... (Parte 2)

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La princesa soltó una risilla infantil. Si fuera de otra persona le hubiera parecido tierna, inocente y delicada como una rosa; Zairee no era una rosa sino los espinos de ésta. Bajo esa fachada inocente y perfecta se encontraba una malicia y una perversa virulenta crueldad. Elys ya lo sabía, todos en el palacio lo sabían y aun así no hacían nada.

—¿Te quedaste sin habla, es-po-so?—dijo haciendo énfasis en cada sílaba. Elys se hallaba paralizado, dio un paso hacia atrás y sintió el fiero acero en su nuca dónde Zairee todavía lo tenía sujeto—. Es imprudente andar con sólo un arma, pueden ocurrir estos incidentes. Espero que lo hayas disfrutado, esposo mío, porqué será la última vez. ¿Por qué tiemblas? Las palabras no pueden hacerte daño.

—Pero el acero sí.

—Pero el acero sí, ¡vaya! —exaltó con tono fingido—. Ya veo lo que dicen, parece que sí estamos destinados a estar juntos Elys. Somos asesinos, somos pecadores, somos el uno para el otro, somos iguales.

—Yo no soy igual a ti, yo no encuentro placer en matar —contestó rechinando los dientes. Zairee se separó de él, guardó la daga en la manga de su vestido y recogió la que Elys había soltado con gran elegancia digna de una princesa.

—Yo tampoco lo hacía y lo sigo sin hacer —retrocedió un paso pero Zairee avanzó uno sin quitarle la vista de los ojos. Zairee tomó sus manos y su expresión facial hizo un cambio radical, ahora era inocente y puro—. ¿Me odias, Elys?

El príncipe no contestó de inmediato. Ella lo observaba mientras comía y picaba un poco de fruta con ojos de gatito, pendiente de cada uno de sus movimientos. ¿Cuál era su juego? ¿Qué era lo que realmente quería?

—No —respondió finalmente—. No te odio pero tampoco te amo, dudo si quiera que me agrades y asumo que ese sentimiento es recíproco.

—No —Los labios cálidos de Zairee esbozaron una pérfida sonrisa—. Yo te odié desde el momento en que te vi, un ser minúsculo y pusilánime pero ahora, E-lys-de-Crys-tal, te has ganado mi respeto. Hasta creo que me agradas un poco, tal vez te amo ahora. No lo sé, el corazón de una doncella es complicado.

—¿Acaso tienes uno en primer lugar?

—Con cada palabra que dices parece que me agradas un poquito más. Sí, tengo corazón y está justo aquí—Tomó la mano izquierda de Elys y la colocó sobre su pecho justo en el lugar donde se encontraba su corazón—. Siéntelo latir. Este es el corazón de tu prometida.

Trató de retirar su mano por la incomodidad pero ella se lo impidió. Eran pequeñas palpitaciones pero lo podía sentir, ella sujetó su mano y la descendió más hasta estuvo tocando en su totalidad el pecho de Zairee.

—¡Vaya! Al final eres todo un pervertido, es-po-so —Zairee se acercó y le susurró a su oído, por reflejo cerró sus manos. Zairee gimió—. Per-ver-ti-do —le murmuró antes de volverle a besar. Era un beso torpe por su parte pero Zairee lo guiaba, era una maestra y Elys estaba dispuesto a ser su discípulo. 

Sus lenguas se entrelazaban y danzaban en un antiguo ritual de fuego. No se dio cuenta en que momento Zairee se sentó en sus piernas y sus brazos encontraron el camino alrededor de su cintura. Perdió la noción completa de las cosas y el tiempo, ¿cuánto tiempo había pasado? ¿Un par de minutos o una hora? 

—Nada mal para alguien sin experiencia —dijo Zairee al tiempo que se arreglaba el vestido y su peinado—. Deberías sentirte orgulloso, no todos los hombres tienen el privilegio de ser el primer beso de una princesa . Mi primer beso con un hombre—dijo con un ápice de nostalgia—. No estuvo tan mal como lo hubiera imaginado, pensaba que tu aliento apestaría pero es igual de dulce que el de mis doncellas. 

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora