El Sacro Imperio

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La plataforma de madera sobre la que sus pies se apoyaban la sentía quebradiza e insegura. El agua, tranquila y exuberante, rompía contra el mástil de la embarcación, derramando su suave rocío sobre algún que otro marinero, y meciendo el barco con su constante vaivén. Cualquiera hubiera pensado que era hermoso. A Elys se le retorcían las tripas con cada movimiento de la embarcación.

Elys tratando de distraerse, trató de concentrarse mirando hacia el horizonte pero lo único que pudo divisar era un infinito y vasto mar que parecía que no tuviera fin como las estrellas del firmamento. Ese sentimiento de pequeñez al estar en un lugar tan inmenso hizo que su estómago se revolviera. Sentía como se quemaba su garganta y un sabor amargo en la boca pero no vomitó, tenía que estar lo mejor presentable cuando conociera a la princesa Zairee.

—¡Izad las velas! ¡Guarden los remos! ¡Velocidad de crucero! —escuchó gritar al capitán Mork con su tosco acento de Astagar. 

Por benevolencia de los dioses era un clima tranquilo y no se habían enfrentado a ninguna tormenta o piratas. Rezó una plegaria a Arkos y fue directamente a su camarote para poder descansar y con suerte no vomitar. Durante el corto trayecto lo interceptó Sir Edduard, el Quinto Caballero de los Trece, su padre lo había asignado como su guardían. Era un hombre de aproximadamente cuarenta años, tenía el cabello negro grasiento, ojos negros y la cara picada de cicatrices por una enfermedad que padeció en su niñez y se había roto la nariz más de una vez.

A pesar de esa apariencia tan hosca, era una de las personas más serviciales que había conocido en toda su vida.

—¿Se encuentra bien, Su Alteza Real? 

—Mejor que los días anteriores. Si me disculpa voy a mi camarote para poder descansar un poco —respondió lo más cordialmente que pudo—. ¿Podríais mandar a alguien a avisarme cuando el almuerzo esté listo?

—Estoy a vuestras órdenes —respondió con una ligera reverencia.

Con su presencia se sentía más seguro, después de lo que le pasó a Luna todos los príncipes deberían estar acompañados por un miembro de los Trece en todo momento.

El día después de la fiesta todo el reino enloqueció. Al entrar una de las sirvientas en la mañana a la habitación encontró que Luna no estaba, los doseles de la cama estaban rasgados y sobre las sábanas unas pequeñas manchas de sangre. La sirvienta corrió a avisarle al guardia más cercano y en menos de una hora el Castillo se encontraba totalmente sellado. Se investigó en cada centímetro de éste, tratando de encontrar alguna pista pero nada se encontró. Los Trece llevaron a cabo interrogatorios con los acróbatas, trovadores, criados, soldados y nobles. Nada obtuvieron. 

Ese mismo día el príncipe Sander dirigió junto con lord Silverwing y Sir Trey Blackwood la búsqueda por los alrededores del Lago Zafiro. Movilizando a más de doscientos hombres y cien sabuesos bien entrenados en la búsqueda pero no rindió frutos. No hubo ninguna carta o rescate, era como si se hubiera esfumado.

Dos días después de la desaparición de la heredera de Castelia, su señor padre autorizó a los maestres a enviar cuervos y halcones a todas las fortalezas y castillos de todos los señores nobles para que ayudaran en la búsqueda y ofreció el título de señor y tierras fértiles a quien sea que pudiera dar el paradero de Luna sin importar de que tan baja estirpe fuera. Recordaba exactamente todo lo que sucedió en las sala de audiencias ese día.

—Elys de Crystal, venid y arrodillaros ante vuestro rey —ordenó, tratando de ser fuerte enfrente de toda la corte pero Elys podía sentir la tristeza en sus palabras. Se notaba en sus ojos rojos y voz cansada.

—Sí, Su Majestad —dijo al arrodillarse ante su padre. 

—El día de mañana se dirigirá a Puerto Luna para zarpar a la ciudad de Leras. No podemos dejar que este incidente destroce nuestro tratado. He nombrado a Sir Edduard Dankworth como vuestro guardián y lo acompañará en todo momento del viaje. Además he duplicado la cantidad de soldados que le servirán como guardia de honor. No puedo perder otro —dijo su padre tranquilamente—. Recordad, un hombre no deshonra a su propia Casa.

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora