Una Visita Inesperada

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—¿Ya tienes todo?—preguntó Sylvein Starlight, Conde de Pozo Estrella. Se le notaba algo impaciente, aunque eso era comprensible con todo lo que había acontecido últimamente. 

«La Corte no es el lugar para una niña y mucho menos para una niña ciega y rota».

—Sí, Lord Abuelo—respondió la princesa Elena con una leve sonrisa. La mayoría de sus pertenencias ya habían sido empaquetadas por hombres de su abuelo y se encontraban ya a las puertas de las murallas. La princesa pasó por última vez su mano sobre el frío marco de su ventana, podía escuchar el viento rugir fuera—. ¿Joanne vendrá con nosotros, no?  

— No creo que eso sea posible, creo que en estos momentos sería mejor que Su Alteza regrese con su familia en Ashford, cómo tú lo estás haciendo ahora—Su abuelo le quitó un mechón de cabello que caía sobre su rostro y la sujetó de los hombros. La princesa frunció el ceño—. No es mi decisión Elena, si fuera por mí la recibiría con los brazos abiertos como si fuera mi propia nieta pero...

 —¿Pero qué? —replicó, enojada—. ¡No veo ningún motivo por el cual ella no pueda ir conmigo! ¡Ya me separaron de Elys y Luna! ¡No me iré si no es con Joanne!

—Conoces la situación en la cual se encuentra tu hermana, el rey ordenó que se quedara en el castillo por un tiempo en lo que las cosas se calman... Por favor entiéndelo mi princesita, esto no es lo que yo quiero.

Aguantándose las lágrimas asintió con tristeza. Dio una última mirada vacía a su habitación que tantos recuerdos guardaba, tantos felices como tristes. «Esto es para mejor», se repetía desde que recibió la carta. Fuera de sus habitaciones la esperaba Sir Sebastian, después de todo seguía siendo su caballero juramentado.

—Mi señor, Su Alteza Real —dijo Sir Sebastian, haciendo una pequeña reverencia—. Permítame ayudarle con lo último de su equipaje.

—No hará falta, Sir—respondió Lord Sylvein con desagradado.

—Con todo el debido respeto, si me permite, mi señor— dijo Sir Sebastian—. No respondo a vos sino a la Segunda Princesa de Castelia.

Elena sintió como la mirada de su Lord Abuelo se le clavaba como si fueran pequeñas agujas, aunque perdió la vista hace tres años aún lo recordaba perfectamente. Compartían los mismos ojos verdes como el musgo y sabía por historias de su madre que en su juventud tuvo el cabello rubio como el sol pero ahora era blanco y lo llevaba siempre entrecortado y siempre con la barba afeitada. 

—Abuelo, me duelen mucho mis pies... ¿no te molesta que Sir Sebastian me cargue, verdad? Así tu puedes llevar mi equipaje y Sir Sebastian lleva a la princesa —Sugirió con una pequeña sonrisa, si algo sabía es que Lord Sylvein nunca se negaría ante una petición de su nieta ciega. 

El Conde de Pozo Estrella aceptó a regañadientes, Elena sabía el porqué de su enojo pero creía que era una cosa que debía de dejar a atrás. Ni ella ni su mellizo se enojaron con su padre cuando contrajo matrimonio con Lady Stonefall poco después de la muerte de su madre. «Parece que los adultos al contrario de los niños no saben perdonar y los que estamos en medio perdonamos pero muy poco —reflexionó la princesa entre el tintineo metálico que cantaba la armadura de su caballero—. Brandon perdonó a medias...»

Fue un cielo plomizo quien los recibió una dura mañana días atrás, la mañana de la ejecución de Sir Trey Blackwood y Sir Dane Ashwood. Debido a las condiciones del clima ésta no pudo ser llevada en la plaza de la Ciudad Zafiro y en cambio fue realizada en el Jardín Real de Arames. El rey Brandon solicitó la presencia de toda la corte, criados y guardias del castillo que no estuvieran en guardias, un par de cuerdas fueron colocadas en uno de los tantos robles, no tuvo la dignidad de mandar a construir una hoguera o de darles una muerta rápida por decapitación.

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora