La Torre en Llamas

455 137 33
                                    

El humo danzaba en el cielo como una doncella en su primer baile y el fuego era su música, con un ritmo casi perfecto que con el pasar de los segundos incrementaba de una forma veloz. El crepitar de sus candentes llamas llenaba de luz y calor, era una perfecta sinfonía de la destrucción. 

La Torre Central, ardía completamente, devorada por la pasión de las llamas con círculos y vueltas tan perfectos que sería un espectáculo digno de admirar de no ser porque allí mismo se encontraban las habitaciones de su padre.

Los caballeros y la guardia de la ciudad trataban de mantener la calma en la plaza donde Joanne y su hermana se encontraban. Tras aquellas palabras que un campesino gritó todo se volvió un caos. «Caos, que curiosa palabra». Sir Sebastian cargó a Elena como una muñeca de trapo y la trajo de regreso al podio donde se encontraba el resto de la familia real. 

—Las justas serán pospuestas, por favor, disfruten del resto de esta maravillosa celebración —anunció el príncipe Brandon con alta voz para que todos pudieran escucharlo—. Les pido que se retiren de la plaza, por favor.

Sus palabras surgieron efecto, el pueblo llano se fue retirando lentamente de la plaza mientras los caballeros de los Trece trataban de pensar que hacer. La mayoría de los señores, damas y caballeros permanecían en sus lugares.

—Sir Alfor, avisad al resto de la guardia de la ciudad para que mantengan la calma, quiero un toque de queda para el anochecer. Que treinta de tus mejores hombres escolten a los señores que se hospedan en las posadas para que lleguen a salvo. Necesitaré unos cuarenta para poder trasladar con seguridad a los príncipes al puerto. ¿Entendido? —ordenó con severidad Sir Jacob al Capitán de la Guardia de la Ciudad Zafiro, un hombre de mediana edad con los dientes podridos y unas cejas sumamente pobladas al igual que su tupido bigote.

—Como ordene, mi señor —dijo con una voz tosca al hacer una reverencia, al igual que el resto de la guardia de la ciudad poseía una armadura sencilla con una capa de color celeste ondeando sobre sus hombros—. Ya escucharon, señoritas. Lenor, Freor, escolten a los señores con el resto de sus hombres.

—¡Sí, señor! —respondieron dos docenas de hombres.

Cerca de la mitad de los señores importantes y caballeros se retiraron siendo escoltados por las capas azules mientras tanto Joanne y el resto de sus hermanos se subieron a sus respectivos palanquines para dirigirse al puerto.

Brandon y Alicent subieron al suyo; Elena y Steven a otro mientras que Joanne se quedó completamente sola, eso le alegró. Al menos podía llorar en silencio sin que nadie la mirara. Tenía miedo, las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. 

El palanquín se levantó y comenzó a moverse.

—Quiero una formación circular alrededor de los palanquines —gritó la voz de Sir Emile.

Respiró dos bocanadas grandes de aire para relajarse y comenzó a contar del uno al diez para tranquilizarse. Todo estaría bien, sólo era un simple incendio en el castillo, no era de gran relevancia... Era una tonta por pensar tales cosas. 

Al menos sabía que estaba segura. Las estrechas calles eran vigiladas por soldados de la Guardia de la Ciudad o eso creía porque sintió como el palanquín se detuvo y luego cayó de golpe.

A pesar de la confusión logró salir ilesa de eso y comenzó a gritar furiosa de por que la habían tirado, luego se dio cuenta del por qué. Una pequeña turba les impedía el paso. Hombres sucios y mujeres desalineadas los miraban con cierta furia. Joanne observó que tenían palos en las manos.

—Su Alteza Real, retroceda. Detrás de mí —susurró Sir Albert en lo que desvainaba ligeramente la espada.

El príncipe Brandon y su esposa,  se encontraban abrazados con los ojos fijos y cristalinos observando a la multitud. La pareja era flanqueada por dos caballeros de los Trece, Sir Emile a la derecha del príncipe y Sir Jacob a la izquierda de la Gardener. No muy lejos de ellos se encontraba Elena con el mocoso de Silverwing sujetados de la mano protegidos por el galante Sir Sebastian. Detrás de ellos los seguían una larga lista de cortesanos, participantes del torneo y espectadores de origen noble: El marqués Langley y su hija, Aisha, el conde Geoss Glasslow, Sir Wallace Lowell, Sir Sheldon Wells, Sir Richard de la Colina Roja, el conde Bryken Frost y su esposa; Bertha y Jessica Blackwood, el barón Newmoon, Sir Courtney Black y Sir Jeonos Flint por mencionar algunos. En total eran casi cuarenta personas que los seguían. Algunos iban montados en caballo con sus armaduras listas para el combate como Sir Courtney y Sir Wallace. Otros en cambio como las hermanas Blackwood temblaban de miedo mientras se abrazaban.

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora