Una Velada Aburrida

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Había bailado con muchos señores y caballeros; todos y cada uno la elogiaban por su belleza y elegancia. El marqués Rickard Grimmes le elogió su hermosa cabellera blanca y habló mucho de su hijo, Sir Charles de dieciocho años. Eso se volvió rutinario conforme la noche progresaba; de lo único que hablaban era de los valientes y guapos que eran sus hijos o sobrinos o cualquier miembro de su Casa que tuviera edad para contraer matrimonio con ella, inclusive la condesa Granger le comentó de su hijo de ocho años. 

Eso fue la gota que derramó el vaso y para alejarse de la pista de baile dijo que se sentía mareada.

Desde el alto estrado se sirvió lo quedaba de vino de la jarra, para su desgracia estaba vacía.

—Traedme otra jarra de vino. Azul, dorado, tinto. Da igual pero traédmelo enseguida si no quieres perder tu puesto, estás advertida —ordenó con firmeza.

Observó toda la sala desde su asiento. Los caballeros cantaban canciones de borrachos por un lado junto a varios señores, otros como sus hermanos bailaban al ritmo de la música, incluso Elena que bailaba con torpeza con el hijo del duque de Argir, mientras los Caballeros de la Mesa Redonda se encontraban apostados en las salidas como estatuas. No había pasado mucho y su padre ya estaba igual de borracho que muchos señores y caballeros en la sala. 

Justo en el momento que la criada le traía una jarra de vino sólo para ella vio que su hermana menor se besaba con el enano de Silverwing. Enojada bebió de un solo trago la copa de vino azul traído directamente de Hemerak, la tierra de la madre que nunca conoció. Le encantaba el sabor de un vino tan exótico, el sabor tan dulce que tenía era digno de dioses. Se sirvió otra copa hasta el borde y la bebió de un trago, y así otras dos veces para tratar de relajarse. 

No funcionó.

Comenzó a sentirse mareada pero no le dio importancia, la furia y la ira que sentía al ver que su hermana de doce años había besado a un hombre antes que ella contrarrestó todos los efectos del alcohol en su cuerpo. 

Iba a armar un alboroto, iba a estallar hasta que alguien le habló.

—¿Me concedéis esta pieza, Su Alteza Real? —preguntó Sir Cyus Orange.

—¿Qué haces aquí? —preguntó a su viejo amigo algo extrañada por su presencia—. Se suponía que sólo vendrían los señores y algunos caballeros distinguidos.

—Mi señor padre no se encontraba en condiciones de venir a esta ostentosa celebración en el nombre de la heredera cadáver, así que vine en su lugar —contestó con una fina sonrisa en los labios.

Todavía no había olvidado el apodo que su hermano Sander y él le habían puesto. 

Eso la hizo enfurecer un poco más.

—¿Sabes? Podría mandar a cortar tu sucia lengua por ofender a la princesa.

—Pero no lo harás, me amas y lo sabes perfectamente —soltó una risa pícara mientras se servía una copa de vino azul sin haberle pedido permiso con anterioridad—. A propósito. ¿Sigues siendo virgen?

—Debería mandaros a cortar la lengua, seguís siendo un idiota —refunfuñó completamente indignada por la pregunta.

Bebió otro sorbo de vino para contener su lengua vivaz y mortal.

—Supongo. Volviéndonos serios. ¿Cómo estás? —le preguntó al tiempo que se sentaba en el lugar de Sander para poder hablar. Su hermano hacía tiempo que se había retirado a sus habitaciones con su esposa, nunca fue un hombre de fiestas y banquetes.

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora