Los Hijos de Arkaes

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—¡Hey Fernto, pasa el cuerno que estoy sediento! —exclamó Mychel al hombre canoso que tomaba como si no hubiera un mañana—. ¡Rápido anciano! La cerveza que le robamos a aquellos tipos de ayer es para todos no sólo para ti, viejo ebrio cascarrabias.

—Hace cinco años no me... —hipó—. Hubieras llamado de esa manera pinche mocoso.

—¡Lo que diga usted capitán! —respondió en tono burlón el mercenario al tiempo que se golpeaba en el pecho con un brazo—. Venga ya, pásame la cerveza. Oye negro, grita cuando las ardillas estén listas, muero de hambre.

El gigante color carbón no le respondió y siguió desollando a los roedores. 

 —¿Nunca te cansas de joderlo con eso, eh, Mychel? Sabes perfectamente que el no puede hablar —replicó la única mujer del grupo aparte de la propia Luna.

—No es mi culpa que le hayan cortado la lengua sus antiguos amos allá en Eures, se me hace que era todo un alborotador y por eso lo castigaron, ¿no es así grandullón? —Mychel comenzó a reír como si hubiera contando el mejor chiste de la historia, ciertamente no lo era—. Bájale a tus humos Ivynora, total, no nos puede hacer nada. Somos sus nuevos amos.

Ivynora se acercó al negro y le dio una palmada en la espalda y le dijo:

—No le hagas caso grandote, ya sabes como se pone cuando está ebrio... Y... Mychel, ¿cuantas veces te he dicho que no me llames Ivynora? Llámame Ivy o a la próxima te corto la lengua —la mujer lo amenazó sacando una daga de su manga.

—No dijiste eso la otra noche, hasta pareciera que te encantó. Sobre todo cuando te la...

—¿Dices de aquella vez? Claro que me acuerdo porqué no sentí nada —interrumpió—. Tal vez debería acostarme con Mairgold. No dudo que él... sí está a la altura.

El hombre canoso comenzó a carcajear como si no hubiera un mañana y el gigante soltó una leve risa.

—Siempre me ha parecido de mala educación que le abras las piernas a solamente uno de tus compañeros y no al resto —respondió hipando el hombre canoso llamado Fernto.

—Da gracias que no te tiro el resto de los dientes de un puñetazo, viejo verde —amenazó la mujer guardando la daga dentro de sus ropajes negros.

Luna que se encontraba calentando sus manos en la fogata al lado del negro observaba en silencio toda aquella escena. La pobre princesa no sabía si reír o llorar ante la situación que se encontraba envuelta. «Estoy rodeada de los mercenarios más incompetentes de la historia» Luna pensó. Se encontraban fuera del Camino Real cerca de los Ríos Siameses, la cercanía de los ríos hacían que el ambiente fuera sumamente húmedo. Caluroso durante el día y helado durante las noches. Luna se acomodó las pieles que le habían dado para conservar el calor.

Después de haber salido de aquella cabaña en el carromato no había pasado ni una semana para que se reunieran con el resto de aquel peculiar grupo de mercenarios. Por un lado estaba Mychel, el que la salvó de Eznor y al parecer líder de facto del grupo. Fuerte y atractivo pero con la lengua más afilada que una espada y con un apetito insaciable por la sangre y el sexo. Su pareja, si así puede decirse, era la mujer llamada Ivynora. Luna calculaba que tenía aproximadamente unos veinticinco años. Eran casi de la misma estatura, su piel era aceitunada, era ancha de hombros pero de cintura angosta, cara ovalada con ojos negros y cabello azabache cortado como si fuera un hombre a la altura de las orejas. Sus pechos, apenas se notaban debajo de sus ropas. Comparada con las plebeyas comunes y corrientes era bonita.

El borracho se llamaba Fernto y tenía como unos cincuenta años, era robusto y algo corto de estatura. Un parche que cubría su ojo izquierdo adornaba su cara llena de arrugas y cicatrices. Su piel era morena, no tanto como el negro pero tampoco como la de Ivy. Y si su aspecto no era lo suficientemente grotesco de por sí resultó que era un pervertido y violador. Solamente en la primera noche le metió manó y le acarició sus pechos pero por suerte Ivynora lo amenazó... Quien sea que le haya pagado a este grupo de incompetentes para secuestrarla la quería virgen...

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora