Memorias Olvidadas (Parte 2)

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Un fuerte y agudo dolor provenía de la parte posterior de su cabeza.

Tenía algo cubriéndole los ojos. Tampoco podía moverse. Estaba encerrada en un espacio minúsculo. Sus manos y pies se encontraban atados fuertemente por alguna clase de soga, el dolor de las muñecas sangrando era indescriptible. 

El dolor era tan intenso que gritó pero no pudo, una mordaza evitaba que ningún sonido saliera de sus finos labios. Su respiración se volvía cada vez más agitada. 

«¿Qué carajo está pasando? Estaba tomando un baño a las orillas del río, la mercenaria me estaba vigilando. Recuerdo... recuerdo que me sumergí y cuando abrí los ojos... estaba aquí —Gracias a los dioses que  se encontraba inmovilizada o habría comenzado a maldecir como un marinero de agua salada—. Volvió a pasar, acaba de suceder. Otro espacio vacío, otra memoria olvidado, otro tiempo perdido... otro momento borrado de mi mente».

Trató de relajarse, era lo único que podría hacer en una situación como esa. Trató de recordar el tiempo perdido, la memoria que su mente había decidido olvidar por alguna razón pero por más que intentaba no era capaz de acceder a esos recuerdos perdidos. 

Ya con la mente fría y relajada se dio cuenta de algo importante, se estaba moviendo. Un suave balanceo sucedía debajo de ello con uno que otro ligero brinco. 

«Estoy dentro del barril del carromato. Esos mercenarios de cuarta osaron someterme y encerrarme en este barril. No tienen ningún derecho. No les hice nada para merecer esta mierda». 

La ira dominó a la princesa. 

Golpeó con sus puños amarrados y a patalear lo mejor que podía desde su precaria situación pero sus esfuerzos fueron en vano. Al final no tuvo más remedio que resignarse y permanecer encerrada en esa posición hasta que la dejaran libre. Esta vez desconocía cuanto tiempo había sido el perdido. La última vez fue de más de medio día. Tal vez en esta ocasión había olvidado un día entero, quizás más. 

La sensación de estar perdiendo la cordura le ponía los pelos de punta. Una Crystal no podía perder la cabeza de esa manera, no era digno de una futura reina perder la cordura. Tenía que estar en sus cabales para hacerle frente a la situación que se encontraba. 

Hacía varios días que Luna había finalmente aceptado que nadie la salvaría, no podía seguir esperando a su príncipe azul o a un caballero de armadura dorada como el sol. Si quería salir de esto tenía que hacerlo por si misma ya que hasta los dioses se olvidaron de ella.

Durante gran parte de su infancia Luna se obsesionó con las historias y leyendas de antiguos héroes de antaño. En su inocencia creyó que las historias que le contaba la vieja abuela Erina eran ciertas, de allí nació uno de sus tantos caprichos de tener un dragón y unicornios. Fue un duro golpe para ella saber que todas aquellas historias no fueron más que simples cuentos. Erick, el príncipe de las tormentas, uno de los hijos bastardos del dios Arkos con el poder de invocar el rayo de su padre a través de su mística espada llamada Joleyne en nombre de su antigua amada; Bruxar y Nexar, los cazadores de brujas, responsables de la salvación de los antiguos reinos que precedieron a Castelia; Lena y Areza, las hermanas aladas, las mujeres que apaciguaron a los antiguos dioses con su vida; Pawel y Henryck, los reyes gemelos quienes gobernaron todo el mundo conocido.

Todos y cada uno de ellos resultaron ser una mentira al igual de los dichosos dioses que le obligaron a creer cuando era una cría con apenas uso de razón. ¿Por qué ellos la abandonarían? ¿Por qué abandonarían a alguien con la sangre de las antiguas estrellas? 

«Los Dioses no han hecho nada para demostrar su existencia... nunca han realizado nada... Si ellos existen, ¿cuál fue el propósito de nuestra creación? ¿Cuál juego macabro es aquel que llevan a cabo con nuestras vidas?  No puedo negar ni confirmar su existencia pero si existen son los mayores hijos de puta de todos por hacerme sufrir esto. Algo que nunca merecí sufrir, algo que nunca merecí pasar. En mi niñez me dijeron que mis ojos fueron una bendición de los dioses, que fui marcada por ellos para ser grande y cambiar la historia. Esas fueron las mentiras que me contaron a una tierna edad. Al final parece que no tengo el favor de ninguno de ellos a pesar de que todos decían que ellos me amaban. Si alguna vez me llego a reunir con ellos los haré pedazos, este mundo no es lugar para esas mierdas a la cual llamamos dioses».

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora