La Carta

613 156 40
                                    

La junta de ese día duró del alba hasta casi el ocaso.

Como recompensa por la ubicación exacta de la princesa se ofreció tierras fértiles y el título de Barón a cualquier persona, no importaba que tan baja extracción social fuera. Ya habían pasado tres semanas desde que se dio la noticia.

Se estudiaba cada uno de los rumores que circulaban por el reino, las ciudades estado y ciudades piratas. Todo proporcionado por la larga red de espías que poseía el único hermano sobreviviente del rey, lord Mikar al Crystal. 

Casi nunca se encontraba en Castelia y los rumores decían que ha viajado a cada rincón del mundo conocido expandiendo su red de espionaje y a pesar de eso no había información confiable y la información de lord Mikar siempre era certera.

El reino se encontraba en una situación comprometida.

—La junta de hoy termina —dijo Sir Arthur.

Sir Jacob y Sir Albert debían custodiar a las princesas Elena y Joanne todo el día, Sir Edduard se encontraba con Elys en camino a Leras, Sir Wallace fue enviado a Séptima como escudo  juramentado del enfermizo príncipe Nate y Sir Bryken fue designado como escolta del príncipe Sander a Puerto Plata. En la habitación sólo quedaban el Lord Comandante, su hermano, Sir Charles, Sir Fredderick, Sir Emile, Sir Sebastian, Sir John y él mismo.

—Podéis retiraros. Si encontráis en el camino a Sir Albert o a Sir Jacob decidles que me vayan a ver a mis habitaciones a medianoche.

—Entendido, Comandante —dijeron los ocho caballeros.

Jerome salió de la sala y se dirigió a sus habitaciones a descansar, mañana sería otro largo día. La espalda le dolía por el peso de la armadura aparte de que el insomnio se apoderó de él desde la desaparición de Luna.

Durante el camino se topó a Sir Albert escoltando a la princesa Joanne a sus habitaciones. Al lado del enorme gigante y panzón caballero la princesa parecía una niña pequeña y no la mujer de quince años que ya era. La princesa Joanne apenas y le rozaba la nariz a Jerome.

—Su Alteza Real —dijo haciendo una reverencia—. Luce de maravilla el día de hoy, como siempre.

Las mejillas de la princesa se ruborizaron ligeramente.

—Eres tan amable, Sir Jerome. Muchas gracias, hace tiempo que no recibo tales halagos.

—Si me disculpa Su Alteza Real, ¿me permite hablar un momento con Sir Albert? —preguntó. A la luz de las antorchas los ojos de la princesa Joanne parecían incluso más rojizos de lo que por sí ya estaban. 

Ella y la princesa Elena no habían dejado de llorar la desaparición de su hermana desde el primer día. Extrañaban a su hermana y se notaba claramente en sus afligidos rostros de porcelana. 

Una sensación de culpabilidad invadió a Sir Jerome.

—Claro, no hay ningún problema pero por favor no se tarde, llevo algo de prisa—respondió la princesa—. Debo de cenar con mi hermana menor antes que ésta termine por devorar todo. Me pregunto cuando tendrá los modales que una verdadera dama debería tener.

—¿Qué pasó, Sir? ¿Noticias? —gruñó Sir Albert.

—Por desgracia todavía no, de parte del Primer Caballero que desea verlos a vos y a Sir Jacob a medianoche en sus habitaciones. Desconozco de lo que les vaya a hablar pero por lo visto era algo serio, desconozco los detalles.

—Entendido Sir Jerome. Gracias por avisarme —Los ojos del caballero parecieron iluminarse—. Sigamos, Su Alteza.

Sir Jerome se despidió de la princesa y siguió su camino, ya deseaba de una vez quitarse la maldita armadura. Le pesaba mucho y le lastimaban los hombros. 

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora