La tercera es... (Parte 1)

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El cielo comenzaba a salir del horizonte pero el cielo negro no se tornó azul sino un gris opaco, el cielo de la ciudad de Leras se encontraba cubierto por nubes hasta donde la vista alcanzaba. Ese día no hubo ningún sol abrasador ni ningún calor implacable, el viento soplaba en el rostro del joven príncipe sobre su balcón. 

A lo lejos el imponente guardián de Leras lo observaba a pesar de no poder ver. «Cómo mi hermana», pensó Elys al entrar de nuevo a sus aposentos; hoy era un día importante.

Trató de cerrar los ojos para poder dormir pero como se lo imaginaba no sucedió. Se levantó de un brinco y salió de nuevo a su balcón. Con ese amanecer sería el tercero desde que no podía conciliar el sueño, el tercero desde la muerte de Sir Liliam Rayn. Su primer hombre quien había perecido desde que llegaron a la ciudad de Leras, ¿cuántos más tendrían que morir por él?

Los recuerdos antes de lo acontecido eran más que vívidos y los recordaba a la perfección, lo que no recordaba era lo que sucedió después.

—Pase —ordenó el príncipe dorado de Castelia. Las puertas se abrieron y tras ellas siete doncellas, entre ellas Altaïr, entraron a la habitación con baldes de agua hirviendo. Elys no las miró y siguió observando al coloso de Leras en el horizonte.

—Su bañera se encuentra lista —dijo una de las doncellas en lerassi. Elys la miró de reojo y dijo—: Pueden retirarse... menos tú, Altaïr. Quédate.

Cuándo las seis doncellas se retiraron Elys entró de nuevo a sus aposentos, al lado de la bañera de cobre, se encontraba Altaïr Sef D'hab le Qureshi vistiendo un hermoso vestido de terciopelo con satén. Este día no portaba ningún tipo de velo por lo que su cabello negro caía como una cascada de seda sobre sus hombros, con pequeñas trenzas adornándolo.

—Ve al armario y escoge la mejor vestimenta para el día de hoy, Altaïr—ordenó Elys a la doncella de su prometida pero ahora era de él. La chica palideció al escuchar su nombre al tiempo que se ruborizaba.

Elys corrió la cortina para dividir la habitación y entró a la bañera de golpe. El agua hirviendo era relajante, demasiado relajante. Cogió un poco de jabón y un cepillo de cerdas y restregó todo el cuerpo hasta dejar su piel al rojo vivo, en especial sus manos. Tenían que estar lo más limpias posibles, ninguna imperfección, ninguna mancha de sangre podía estar en sus manos. 

Al terminar se miró los dedos, sus uñas carcomidas y maltratadas y la piel, sensible. 

«Me doy asco».

—Espero que el atuendo sea de su agrado —le recibió Altaïr al entrar al otro lado de la habitación. Consistía en una túnica lerassi negra con hilos y bordados de leones de color del oro y la plata.

—Vísteme —ordenó, la chica asintió y así lo hizo. 

La tela se sentía rara y le picaba en el cuello pero no dijo nada. Sus dedos eran ágiles y rápidos pero eran igual de nerviosos que la primera vez que realizó tal labor. Ese día Elys le sonrió y la chica le respondió con tímidas sonrisas pero en ese nebuloso día ninguno de los dos sonreía.

—¿Cuántos asesinos asisten al funeral de sus víctimas, lady Altaïr? —preguntó Elys mientas la chica lo peinaba y le ajustaba los últimos detalles—. No tienes que responder.

—N-no sé a qué se refiere, su alteza —dijo la chica con nerviosismo.

—No mientas, no me gusta cuando la gente hace eso. Sabes a la perfección a lo que me refiero, Altaïr. ¿Qué persona seguiría a aquel que mata a sus propios súbditos? La sangre de Sir Liliam Rayn se encuentra en mis manos, mis manos se encuentran manchadas de sangre inocente. Ninguno de mis hombres debió morir, ¿por qué fue así? —Elys la miró a los ojos, la chica no desvió la mirada—. Lo conocía desde que tenía siete años, él fue de los que se ofreció a venir a Leras cuándo el acuerdo entre mi reino y el imperio se firmó. Dime, Altaïr, ¿un asesino debería ir al funeral de su víctima? ¿Acaso eso no enfurecería a los dioses por la hipocresía y el egoísmo que eso representa?

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora