(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El Decimotercero

Cartas y Máscaras (Parte 1)

Las calles húmedas y neblinosas de la Encrucijada eran angostas y muy concurridas por lo que era complicado moverse con libertad y desplazarse entre las callejuelas no era una opción si es que no querían terminar metiéndose en algún altercado. Lo mejor sería mantenerse en las calles principales aunque eso significara perder un poco el tiempo, aunque tiempo era algo que no tenían en abundancia.

Jerome y Gemma abandonaron la posada para dirigirse a la Plaza de la Arpía donde se llevaban a cabo las subastas y ventas masivas de esclavos. Con suerte encontrarían algo de información.

Con capuchas sobre la cabeza, capas sobre los hombros y espadas enfundadas en la cintura los dos caballeros se habrían paso a través de la multitud. Si de algo Jerome podía dar gracias a su padre era el haberle heredado su altura en cambio su compañera casi se aferraba a su capa para no separarse y perderse entre el mar de personas que corrían presurosas. 

Apenas había pasado casi una semana de que Jerome había descubierto el misterio que albergaba el hombre que conocía como Sir John Clark. Todavía no sabía reaccionar del todo pero pensar en aquello no resolvería nada, además habían tenido relaciones.

El olor de la sal y el pescado fue pronto dejado atrás mientras más se internaban en la ciudad para dar paso a agua estancada en pequeños canales que la recorrían a manera de drenaje. Tal peste parecía no molestar en lo absoluto a los locales que caminaban a sus alrededores sin inmutarse. El hedor hizo finalmente de las suyas y Gemma terminó vomitando su desayuno en un pequeño callejón.

—¿Estáis bien? —le preguntó, extendiéndole un pellejo de vino que tenía bajo la capa.

—¿Tu qué crees? —respondió con desgana mientras se limpiaba los labios con una mano y cogía el pellejo con la otra. La pelirroja hizo gárgaras con el primer trago para limpiarse y lo terminó escupiendo. «Vaya manera de desperdiciar una buena bebida».  El segundo y el tercer trago los bebió con mala gana como si aquella insignificante acción le hubiera ofendido su orgullo—. Deja de hablar como un jodido noble, ¿no habíamos quedado en eso el puto barco de mierda? Además... No por que ahora sepa que soy una mujer significa que me tenga que tratar con caballerosidad y esas estupideces de caballeros. Creo que quedó claro hace mucho que puedo cuidarme por mi misma.

—Como digas, yo solo trataba de ayudar —respondió encogiéndose los hombros como si no le diera importancia. 

Aunque en el interior una parte de él sabía que si John Clark hubiera sido el que había vomitado él estaría carcajeándose pero Gemma... ella era diferente a pesar de que eran la misma persona, como dos caras de la misma moneda. Sir John Clark, el silencioso, trabajador y misterioso Decimosegundo Caballero, la cara que le mostró al mundo más de la mitad de su vida. Y luego estaba Gemma, una nueva cara que Jerome le gustaría conocer.

Ambos desconocían la ausencia de Charles, pasaban días enteros sin que lo vieran o escucharan nada de él. Por lo que sabían pasaba día y noche leyendo los libros contables de las aduanas en busca de posibles barcos que Luna pudo haber tomado pero sus esfuerzos serían en vano si Jerome y Gemma no encontraban algo de información por ellos mismos.

Recorrieron toda la Avenida de la Anguila y luego una una calle contigua que sería fácilmente identificable por su abundancia de prostíbulos. 

La habían recorrido los tres primeros días junto a varias tabernas y unas cuantas posadas pero las barreras del idioma complicaban un poco la cosa. Gemma hablaba un poco de Alvatraki debido a su padre y Jerome un poco de Astarguense pero a pesar de ello no consiguieron nada salvo un pequeño altercado que tuvo con un hombre por una mala pronunciación, todavía desconocía que era lo que le había dicho pero si no fuera porque aquel hombre se encontraba borracho lo más seguro es que habría terminado con un ojo morado, en el mejor de los casos.