Cartas y Máscaras (Parte 2)

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No sabía cómo reaccionar ante aquella situación. 

La sacerdotisa comenzó a tirarle todo lo que tenía a la mano. Una taza de barro silbó sobre su hombro izquierdo, el sonido del impacto la siguió poco después. 

—¡Largo! ¡LARGO! —vociferaba Tareh.

—Nos vamos —dijo Jerome con voz calma alejándose lentamente junto a Gemma hacia la puerta entreabierta—. Gemma, tú primero.

La pelirroja asintió. De reojo logró observar que aquella mujer se encontraba peligrosamente cerca de un cuchillo. Ni siquiera el más veloz espadachín podría desviar un cuchillo arrojadizo con su espada.

—Estás maldito, Jerome... No vuelvas aquí. Ella estará en peligro por tu culpa. La Luna caerá por tu culpa y con ella las estrellas y con ello el ciclo se volverá a repetir. El inicio y el final son solamente dos caras de la misma moneda, ¿No es así? Lo recuerdo y el alma nunca olvida. Largo, sólo vete y no vuelvas a pisar con tus malditos pies este templo de la divinidad y todo lo que ello representa... Y si es posible, por el bien de todo lo que existe, mátate.

Jerome cerró la puerta sólo para escuchar algo golpearla.

—Eso es algo que no puede hacer, mi señora —murmuró—. No puedo morir hasta haber cumplido mi misión.

En completo silencio y sin decir una palabra el dúo salió del templo sólo para ver las plataformas de madera ser removidas por esclavos, las subastas habían terminado. Habían estado dentro más tiempo de lo que creyeron. 

—Una loca fanática más, no me sorprende mucho la verdad. Con solamente mirarla me daba esa impresión —mencionó Gemma en lo que volvía a ponerse la capucha—. Y su juego con las cartas acertó en algunas cosas lo cual me alarmó al inicio pero si lo piensas un poco era fácil deducir todo lo que dijo con el simple observar de nuestras acciones.

—¿A qué te refieres?

—Somos dos castelitas en La Encrucijada. Mencionaste saber de su religión por lo tanto supo que eras letrado, por asociación asumió que yo igual lo era. Además somos dos extranjeros provenientes de un reino donde la esclavitud está prohibida pero aun así nos encontrábamos asistiendo a una subasta de esclavos... como si buscáramos alguien.

—¿Y cómo supo que somos de procedencia noble?

—¿Acaso has visto la espada que portas en tu cintura? Esos tallados en la empuñadura y adornos. ¿Por qué un simple plebeyo llevaría tal tesoro como si nada? Y no hablemos del brazalete que llevas —La pelirroja exhaló—. Parece ser que no fuimos tan cuidadosos como creímos. Tenemos que ser mucho más precavidos. Si una simple sacerdotisa supo tantas cosas de nosotros con meramente observarnos no quiero saber cuántas otras ya han descubierto de donde provenimos o peor aún, quienes somos.

—Ns hemos tomado demasiado a la ligera todo el asunto pero no tenemos ninguna manera de encontrar siquiera una puta pista en todo este condenado lugar de mierda —Golpeó con fuerza a puño cerrado la puerta del templo—. Ya ha pasado más de un mes desde que la princesa desapareció y no tenemos siquiera una pista de donde puede estar. El espía de lord Mikar dijo que la vio embarcar hacia un destino desconocido, ¿y si se equivocó? La princesa Luna no es la única persona albina en el mundo. ¿Y si en realidad llegamos a un punto muerto, a un callejón sin salida? No podremos regresar a Castelia, simplemente no podemos hacerlo. ¿Regresar como un perro con la cola entre las patas? No, yo no puedo hacer eso Gemma. No puedo hacerlo, he perdido tanto en esta vida que no pienso perder lo que queda de mi honor. Prefiero que crean que morí o que incluso deserté antes que regresar con las manos vacías. ¿Sabes? Hice una última promesa antes de partir hace tres semanas —Tocó el brazalete de oro—. Una promesa hacia a la princesa Elena. No puedo defraudarla. ¿Qué haremos si no la encontramos?

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora