El Coliseo (Parte 1)

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El cielo comenzaba a tomar un azul intenso, sin el menor rastro de nubes mientras el sol abrasador brillaba sobre la ciudad de forma implacable. 

Aunque estaban en pleno invierno y llevaban más de dos meses en Leras, Elys y sus soldados seguían sin acostumbrarse del todo a aquel implacable calor que reinaba del alba al ocaso. El único momento en donde podían sentirse a gusto era cuando la luna dominaba el firmamento estrellado.

El agua caliente siempre le ayudaba a relajarse. 

Sus sirvientes esclavos no se encontraban dentro de la habitación, los había echado para que pudiera tomar un baño en la tranquilidad y soledad de sus aposentos. Al lado de la tina se hallada una mesilla de cobre y sobre ella una jarra de agua y un pañuelo de algodón. Vertió un poco de agua en el paño y se colocó en el rostro.

Un golpeo perturbó la paz del príncipe.

—Pasad —Salió de la tina tan limpio como podía estar. Se puso de pie, salpicando agua a su alrededor. Y el paño que tenía sobre su rostro lo amarró alrededor de su cintura—. Elijan el atuendo que crean más conveniente para el día de hoy. Tengo entendido que tal vez mis ropajes  serían considerados una ofensa para los antiguos ancianos y el pueblo lerassi en general. Al final medio Leras acudirá al Gran Coliseo a ver al foráneo que vino a llevarse a su princesa. 

—S-su Alteza —dijo una voz femenina que nunca había escuchado. 

Elys volteó y se encontró frente a una chica, si tuviera que adivinar su edad diría que tenía su misma edad, quizás un poco mayor. 

—¿Quién eres? —preguntó, confundido—. ¿Dónde están esos dos idiotas?

—L-la princesa me envió personalmente para que sea vuestra sierva el día de hoy. Vuestros sirvientes fueron requeridos en asuntos de transporte —La sirvienta hizo una reverencia como dictaban las costumbres de Castelia.

—¿Eres una esclava? —cuestionó con un poco de desagrado.

 La chica abrió los ojos como platos.  

—¿U-una esclava? 

La chica fijó su mirada en el piso alfombrado. En ese momento Elys se dio cuenta que se encontraba prácticamente desnudo frente a una chica que no conocía. Un poco de rubor podía notarse igualmente en las mejillas de la sirvienta. Cubrió su cuerpo con una túnica tratando de ocultar su incomodidad y vergüenza. No podía mostrar debilidad frente a una mujer.

—N-no, mi señor. No soy una esclava —La chica jugaba con sus dedos, era claro que la pregunta le había incomodado o en el peor de los casos, ofendido—. He sido la dama de compañía de la princesa Zairee desde hace dos años. Mi padre es uno de los capitanes del ejército al mando del príncipe Rhasad, el león del desierto. No soy una noble si es lo que pregunta...

—¿Tienes nombre?

—Mi nombre es Altaïr Sef D'hab le Qureshi, mi señor. Estoy a vuestras órdenes y cumpliré en todo lo que me ordene.

«Altaïr, es un bonito nombre. Misterioso y de cierta forma algo frágil como su rostro» 

La observó de pies a cabeza. Era menuda, pálida para estándares lerassi. Sus ojos eran castaños, sólo ligeramente más claros que los de Zairee y cabello era negro como la noche.

—Entonces ve y preparad los ropajes que usaré el día de hoy, Altaïr.

—S-sí, mi señor —respondió con una profunda reverencia.

Le señaló el guardarropa. Hubo un ligero silencio incómodo en la habitación.

—¿Cuál traje desea poneros, Su Alteza? —preguntó Altaïr a través de la cortina—. Creo que esta túnica verde le ayudaría a resaltar sus ojos...

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora