Muñeca (Parte 2)

341 56 98
                                    

Steve Silverwing se arrodilló frente a ella y le besó el dorso de la mano izquierda antes de retirarse con el corazón hecho trizas. «Hice lo que tenía que hacer», se repetía Elena en su mente tratando de convencerse de que había hecho lo correcto. Los pasos entre la nieve de Steve se iban haciendo cada vez menos audibles para la princesa conforme se alejaba. «Vienen dos, no, tres personas a mi posición», advirtió la princesa ciega al escuchar profundas pisadas a sus cercanías.

—No te esperaba aquí. 

—Hermano —dijo Elena frívolamente apenas sin abrir la boca, la frialdad en sus palabras eran más frías que el mismo invierno. 

Le tenía la misma simpatía a su hermano Brandon que a una mosca, si pudiera aplastarla hace tiempo que lo habría hecho pero las moscas son ágiles, rápidas y escurridizas y con aquellos ojos inservibles no podía hacer nada. 

—Su Majestad —le corrigió—. ¿Qué haces sentada? ¿No sabes que es una costumbre hacer una reverencia ante un rey cuando éste se encuentra presente?

—Lo haría pero no me gustaría gastar la energía que me queda haciendo algo tan irrelevante como eso —respondió—. ¿Además no has visto cómo está el Jardín de Arames? Obviamente yo no —pasó su mano izquierda frente a su rostro—. ¡Estoy ciega! ¡Imagínate lo que pasaría si me tropiezo con alguna raíz oculta entre la nieve al pararme! 

—Tienes la lengua muy afilada, hermanita —siseó, acercándose hacia ella—. Decimoprimero puede retirarse. Me gustaría estar a solas con mi hermana. No hay como un pequeño paseo en el jardín para fortalecer los lazos fraternales.

—Vuestro difunto padre me nombró como guardián  de la princesa Elena, Su Majestad —intervino Sir Sebastian—. Debo estar al lado de la princesa en todo momento para velar por su seguridad.

—¿Acaso ve algún enemigo en este jardín nevado, Decimoprimero? —Brandon colocó sus manos en los hombros de su hermana—. Porque yo no lo hago, tal vez me esté quedando ciego como mi hermanita. Si fuera tan amable de poder señalarlo me sería de gran ayuda. Así su cabeza terminará en una de las picas de la muralla como recordatorio de lo que pasa cuando atentas contra la Corona, ¿no lo crees, hermanita? 

La desagradable mano de Brandon comenzó a acariciarle el cuello y su cabello.

Elena no respondió ante sus palabras de su medio hermano, tratando de no reflejar emoción alguna en su rostro de porcelana. 

«Ahora debo de ser una muñeca».

—Su Majestad...

—Suficiente —intervino Estrella Negra—. Ya lo escuchaste, además la princesa y el rey estarán a mi cuidado. Vaya y tome un par de cervezas. Está tan pálido que parece un cadáver, no queremos verte partir antes de tiempo. El invierno no es una bonita época para recibir el abrazo de nuestra madre.

—Estaré esperando a la entrada del Torreón Principal—murmuró entre dientes Sebastian.

«¡No te vayas!», quiso gritar la princesa pero las palabras no salieron de su boca. 

—Ahora que lo pienso hermana tienes toda la razón —Brandon se sentó a su lado y le sujetó la mano derecha y entrelazó sus dedos con los de ella. Opuso resistencia pero fue fútil ante su hermano—. No puedes caminar libremente por los jardines, sólo los dioses saben que peligros puedes encontrar ocultos bajo tantas capas de nieve y escarcha y lodo.

Elena no respondió ante las provocaciones de Brandon.

—Levántate, hermana. Vamos a dar un pequeño paseo —Con su mano libre acarició su largo cabello dorado, algo que nunca había hecho en los doce años de vida. 

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora