Reunión

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No sabía cuánto tiempo había pasado desde que ese hombre la secuestró. Al principio creyó que todo fue una simple pesadilla, que terminaría cuando ella abriera los ojos.

Estaba encadenada en una habitación muy oscura y lúgubre, un lugar apenas iluminado por unas cuantas antorchas. El aire era pesado y húmedo. 

Un hombre que se paraba frente a ella sosteniendo una antorcha. Tenía la nariz torcida como si se la hubieran roto varias veces y unos ojos cafés como el excremento de los caballos, lo que más le aterró fue la horrible cicatriz que atravesaba su rostro.

—Parece que ya despertó, Su Alteza —rió, burlándose de ella—. Puedes llamadme Sir Eznor . Seré vuestro guardián desde este día hasta que reciba mi oro.

La ira, quemaba como ácido. Ella era la primera princesa de Castelia, ella nunca perdería la compostura, especialmente en una situación como esa.

—No trates de levantarte y no te muevas mucho, esos grilletes tienen varias décadas en este lugar así que entre más te muevas más daño te harás. Y no quiero tener que amputarle una de vuestras delicadas manos por que la princesa no pudo quedarse quieta y no recibió los cuidados adecuados para su real herida —dijo con gutural voz—. Así que le recuerdo, que me considere como su caballero. Estoy aquí para protegerla. Estaremos un tiempo en esta mazmorra al menos hasta que la expedición de búsqueda se haya alejado al no ver resultados. No te preocupes. Hice los preparativos para resistir aquí un tiempo.

—Insultáis el nombre de los caballeros al haceros llamar como uno. Mi padre y mis hermanos os harán pagar, me aseguraré que cuando os capturen nos os maten. Me aseguraré que cada día de vuestra vida hasta vuestro último día sea un verdadero martirio....

El dolor de las mejillas palpitaba e invadía sus sentidos. Su blanca piel, pura como la nieve se había roto y teñido de un bello bermellón. 

—¡Te dije que te callaras! —gruñó Sir Eznor—. No te encuentras en la mejor posición para decir tales palabras. Se una buena princesa y calla la boca o tendré que callaros yo mismo.

No podía creer lo que estaba pasando. El dolor y el miedo no la dejaron articular una palabra. Cansada y aterrada se encogió en el rincón en el que se encontraba y lloró hasta que sus ojos se secaron, rezó hasta que su garganta le comenzó a doler y pensó hasta que cayó inconsciente, deseando que todo fuera una simple pesadilla.

El hombre la alimentaba cada dos días pero al no ver la luz del sol desconocía cuanto tiempo había pasado en realidad. Su estómago gruñía a cada rato, sentía como si se hubiera encogido a menos de la mitad de su tamaño porque cada día comía menos, pero lo peor no eran las exiguas cantidades de comida y agua o sus muñecas al rojo vivo debido a los grilletes o que su hermoso cabello blanco se hubiera llenado de tierra y mugre tomando un color similar a la ceniza.

Lo peor de todo era el lugar en la que tenía que hacer sus necesidades.

—Tengo que ir al baño —exclamó el segundo día de su cautividad, había estado aguantando todo lo que su cuerpo fue capaz pero al final no pudo más—. Exijo al menos que me liberéis para ir a uno.

—Hay un poco de paja al lado —le dijo con su sonrisa simplona—. O aquí hay un pequeño balde si gustas.

—Creo que prefiero el balde... —dijo avergonzada, agachando la cabeza para no ver el rostro burlón de aquella excusa de hombre—. Supongo que no tendrá algo para limpiar...

—Para eso está la paja —le tiró el balde—. No te preocupes, le dejaré una antorcha y me iré al otro lado de la habitación. Le daré algo de privacidad.

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora