CAPÍTULO 31.-tercer fragmento

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Un mes, un bendito mes sin saber absolutamente nada de él. Recordó la última vez que Jaime estuvo involucrado en una batalla, ella se había puesto caprichosa y loca por no saber nada de él en días. Pero él había estado muy ocupado arreglando todas las cosas, después con el tiempo ella se había amoldado a su falta de presencia, a su ocupada vida y a sus esporádicas visitas.

Pero él le había prometido que todo eso había terminado, que su relación avanzaría y ella quería confiar firmemente en él.

Aunque debía admitir que moría por una llamada de cualquiera del reino.

Miro por su ventana algo sonriendo, ya había empezado a nevar. José transformado en su lobo intentaba atrapar copos de nieve. Se había acostumbrado al clima tropical de la isla, donde casi siempre hacía calor, aunque amaba la nieve, el frío era un problema para ella en esos momentos. Los vómitos habían cesado un poco, pero aún estaba algo delgada y débil, su vientre había crecido un poco y, según José e Ian, votaba un olor demasiado dulce. José corría cada vez que empezaba a vomitar o se ponía sensible, en cambio Ian se quedaba a su lado para darle apoyo. Sus padres también habían estado al pendiente de ella, pero cada vez mostraban más antipatía por Jaime, no les hacía nada de gracia que él no de señales de vida cuando ella estaba embarazada y que José les dijera cada vez que podía que Jaime era una especie de Santo combinado con Albert Einstein no ayudaba.

Claro que ella no les había contado que él estaba bajo un ataque de miles de vampiros. Tal vez se morirían de un paro cardiaco.

—Te traje té con canela, limón y miel —Ian puso la taza humeante en una mesita cerca de mí—. Lamento que no puedas salir a disfrutar de la nieve.

—No te preocupes —le sonrió—. Igual me siento algo débil hoy para caminar..., ¿Qué es eso?

Ve que trae una casaca muy gruesa.

—Es una de mis abrigos especiales —se lo entrega—. Tiene una capa de una tela especial que aísla el frío, sé que la cabaña no tiene una buena calefacción así que esto evitará que te resfríes.

Ella se lo arrebata y se lo pone rápidamente.

—Huele a ti —dice acomodándose—, y está comodísima, ¡Gracias!

Ian empezó a acariciar su cabello como siempre, se saco la chalina que traía y se lo puso a Lauren haciéndole cosquillas.

Su corazón empezó a agitarse nuevamente, tenía que hablar con Lauren sobre sus sentimientos, pero no sabía cómo.

—Lauren... se que tu mate no te ha llamado en un mes.

—Lo hará pronto, lo sé.

Ian suspiró.

—Yo solo quiero que sepas que..., que en caso lo tuyo con tu mate no termina bien... pues ... puedes... puedes venir aquí, yo... yo siempre estaré para ti.

Lauren se puso seria, creyó que lo estaba malinterpretando.

—Yo...

El sonido a distancia de lo que parecía un helicóptero los saco a los dos de su conversación. Los bellos de Lauren se erizaron y su corazón se aceleró, podía sentirlo.

Salió corriendo de la cabaña, mirando como el helicóptero se establecía algo lejos de la entrada, en tierra firme. Lo vio salir con su uniforme militar inmaculadamente bien puesto, su cabello perfectamente arreglado y una gran gabardina negra, dándole mucho más carácter de lo que su aspecto ya tiene.

ALFA KINGWhere stories live. Discover now