Epílogo

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7 años después



Dicen que para los matrimonios del mismo sexo, la vida suele ser mucho más dificultosa.

Lo comprobamos tiempo después de casarnos. Iniciar trámites no es nada fácil, tuvimos que esperar un año para poder postular. Tras eso vinieron meses de papeleos, exámenes tanto físicos como psicológicos, análisis de entorno y situación financiera. Incluso esperar una que otra aprobación para que nos catalogaran como aptos.

—Byeong-Ho, deja a papá dormir por favor, sabes que está cansado. —indico intentando sonar duro. —¡Byeong, no! Te dije que... —suelto un bufido y luego sonrío porque es imposible enojarse con él.

Está intentando abrirle los ojos a Tae con sus pequeños deditos. No lo ha dejado dormir desde que se acomodó en el sofá, hemos tenido un día de mucho cansancio. Los cumpleaños son siempre fulminantes...

—Quiero jugar con papá... —hace un pequeño berrinche antes de dejar al descubierto su hermosa sonrisa de conejito, muy parecida a la mía.

Byeong llegó a nuestra vida en el momento justo. Nuestra situación económica estaba más estable y en el ámbito profesional, íbamos creciendo poco a poco.

Actualmente, Tae asumió la Gerencia de la empresa en la que siempre a trabajado. Fueron años de esfuerzo, que valieron la pena. Por mi parte, terminé siendo parte del equipo docente de la Universidad de Seúl y acabo de terminar otro doctorado.

Volviendo atrás, la primera vez que entramos al centro de adopción, ni siquiera tuvimos contacto con los niños, el protocolo era realmente estricto. Pero un año después y sólo tras recibir la aprobación final de la psicóloga, al fin pudimos ingresar al lugar.

Todos eran niños de escasos recursos, con un pasado difícil y complejo, lleno de tormentos que en su gran mayoría, ovacionaron traumas. Algunos de ellos ni siquiera alcanzaron a conocer el concepto de familia.

Niños de todas las edades y caracteres posibles, pero hubo uno en particular que me robó el corazón en cuánto mis ojos se posaron en él.

Una enfermera anciana lo llevaba en sus brazos. Un recién nacido que no dejaba de adosar una sonrisa en sus labios pese a no entender nada de la cruel realidad que lo llevó a estar en esas circunstancias.

Recuerdo que le detuve el paso a la mujer. Quería observar su inocencia y sus facciones alucinantes mientras me atrevía a preguntar sobre su historia.

La madre había muerto a mitad del parto. Ningún familiar reclamó su cuerpo, por lo que él bebé terminó siendo derivado al hogar de menores. Posteriormente acabó en el centro de adopción donde con algo de suerte, encontraría una familia.

Era triste y cruel, ni siquiera nació con un nombre. Desolador, como cada una de las historias de los miles de niños que esperan una oportunidad para ser amados.

Cuando recibimos la última aprobación fue el segundo momento más hermoso de mi vida.

Pude sostenerlo en mis brazos con la fragilidad y seguridad, que significa protegerlo en un compromiso que adquieres para toda la vida.

"Se llamará Byeong-Ho". Viene a mi memoria, las palabras que pronuncié ese día. Ambos lloramos de felicidad pero debo confesar que Tae estaba mucho peor. Sus ojos se iluminaron por primera vez desde que habíamos iniciado todo. El sueño se cumplía y nuestra familia al fin estaba completa.

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