|2 0 : 1 7| ¿Hasta cuándo?

Nunca lo entenderías

Debido a los acontecimientos vividos hace algunos segundos, decido que no es buena idea seguir bajo los ojos curiosos de los demás, por lo que salgo disparado del lugar. Así que decidido, camino en dirección a mi refugio, a ese que consiste en gradas y chicles bajo las mismas. Por lo que con la cabeza hecha una maraña, camino mientras en voz baja repito las palabras que Barry me ha dicho. Después de todo, quizás él tenga razón.

Entonces llego a las canchas de fútbol, lo primero que hago es buscar mi lugar de siempre. La tercera fila es la más cómoda para mí, no sé muy bien la razón, pero es mi favorita. Así que cuando estoy más que acomodado en las gradas, saco de la mochila el libro "El psicoanalista" de John Katzenbach. En serio que no ha habido libro que me deje tan intrigado como este. "El psicoanalista" es un verdadero lío... como mi vida justo ahora.

Pero mientras dejo que las letras fluyan por mis labios, el sonido de unos sollozos me interrumpen. Y es que en serio son desgarradores. Por lo que un poco interesado, bajo la vista. Me termino por encontrar a alguien hecho un ovillo debajo de mí.

—¿Puedo ayudarte? —pregunto. Pero no recibo una respuesta, tan sólo sus sollozos que son como dagas para mis oídos. Sin duda esa es la clase de sollozos que salen de mi garganta cuando siento que mi vida no tiene algo bueno a lo cual aferrarme. 

Entonces, como no recibo respuesta, me bajo de las gradas y llego hasta esa persona, quien al darse cuenta que me acerco, eleva la mirada. No tardo ni un segundo en darme cuenta que es Dakota, quien tiene el cabello pegado a sus lágrimas y un hinchado ojo morado.

Un poco consternado por la situación, me acerco a ella para ayudarla. Pero me grita.

—¡No te acerques a mí! ¡No me toques! —Alarmado me detengo en seco y me quedo a un metro de distancia de ella.

—Yo no soy como esas personas Dakota —le sentencio en voz baja. Aunque carcajadas salen de sus labios secos y agrietados.

—Claro Dante, no eres como ellos, jamás me harías sentir mal. —Creo que es innecesario decir que sus palabras salen llenas de sarcasmo—. ¿Hasta cuándo Dante? —cuestiona con más lágrimas saliendo de sus lindos ojos. Esos que ya se han hinchado y puesto rojos debido a su dolor desbordándose en forma de agua salada.

Sin embargo no respondo a su pregunta, tan sólo dejo salir un suspiro cargado de penas y de remordimiento.

—¿Hasta cuándo la gente como tú, aprenderá que todos tenemos valor en esta vida? —Claro que no paso desapercibido el hecho de que ha usado la famosa pregunta de 20:17. Esa pregunta que no ha parado de darme vueltas en la cabeza.

—Aunque no puedas creerme, sé cómo te sientes ahora —suelto en un susurro. Pero ella parece molestarse más con mi comentario, por lo que se pone de pie de inmediato, con la intención de salir huyendo de aquí.

—Jamás podrías entender como me siento Dante, jamás. —Y dicho eso, ella sale como una bala de las canchas de fútbol.

Sin embargo, yo me quedo pasmado en el mismo sitio. Me quedo pensando en todas las heridas que he tenido que curar bajo la luz de la luna, y con lágrimas nublando mi vista. Aunque debo de admitir que las que más dolor me han causado, son las heridas internas, las que nunca podrás curar, esas que están en mi corazón. Pues nada causa más tristeza, que saber que la persona que prometió protegerte toda la vida, sea la principal causa de tu sufrimiento.

—Pero yo también soy sólo un ser humano —susurro mientras mis palabras se pierden en el mundo.

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Nota de la autora:

Entiendo la actitud de Dakota, sin duda Dante se ha enfrascado en sí mismo y no ha sabido como controlar su situación. Pero lo cierto es que ambos, como muchos más en el mundo, saben lo que el dolor significa. Todos hemos sufrido de alguna manera.

Ahora, la siguiente parte de este capítulo 8 nos dejará con aún más preguntas sobre Dakota y Barry. Ese par que al parecer siempre se ha conocido.