Cántame para dormir.

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Capítulo XXXV

Por la cabeza me recorren amenazadoras miles de ideas, todas me torturan como unas dementes. Es que no puede ser Dakota, no, sólo fue una simple coincidencia que ella no fuera a la escuela, sé que está bien, lo siento. Sin embargo no puedo sacármela de la cabeza, por lo que, como un loco entro a mi hogar. Ya el simple hecho de escuchar que vas a ir a un funeral, pone bastante nervioso. Y siendo sincero, yo siempre los he odiado, nunca sé qué le diré a los familiares. ¿Lo siento? No, claro que no lo siento como ellos. ¿Lamentamos tu perdida? La mayoría de las veces ni siquiera conozco a las personas muertas. ¿Te apoyamos cuando quieras? Jamás pasa, nunca piden ayuda y tus palabras no sirven de nada. Por eso odio los funerales, nunca sé cuales son las palabras correctas.

Pero saco todo eso de mi cabeza, cuando llego a la sala de estar y veo a mis padres. Mi madre está sentada en un sillón, con la mirada perdida. Por su lado, mi padre está al teléfono. Cuando me hago notorio a los hermosos ojos azules de mi madre, ella me pide que me siente a su lado. Claro está que no lo pienso dos veces, voy hasta ella y comienzo a interrogarla.

 Claro está que no lo pienso dos veces, voy hasta ella y comienzo a interrogarla

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—¿Qué ha pasado?— le cuestiono en voz baja. Pues si hablara en un tono más alto, recibiría una reprimenda de mi padre y no queremos eso. Lo que menos quiero es recibir un regaño de él, ya tengo los nervios de punta, no quiero un incidente. Y como mi madre parece notar lo mismo, me mira fijamente, para pedirme que la siga. Por lo que ambos nos ponemos de pie, y caminamos hasta la cocina, donde, sin duda, podremos hablar sin ningún problema.

—Me alegra que hayas llegado pronto hijo, necesito que te vistas lo más rápido posible— pide mi madre aún hablando en voz baja. Aunque eso sólo logra que me ponga más nervioso. Entiendo que al estar mi padre cerca, ambos debemos de hablar bajo, pero... ¿es qué no se da cuenta que sufro?

—No has contestado mi pregunta mamá. Dime lo que ha pasado por favor, tuve que correr hasta acá— le imploro a mi madre casi arrancándome los cabellos de la cabeza. Lo que me alegra y me tranquiliza un poco es que ella entiende mi dolor. Por lo que lanza un suspiro, dándome a entender que me lo explicará todo.

—Algo ocurrió con los Harrison— escupe sin más. Sin duda eso provoca que algo en mi pecho se revuelva, es un dolor fuerte, algo que punza con insistencia y sin prometer tregua. Si algo le pasó a Dakota, seguro que no podré soportarlo por mucho tiempo.

—Dakota... ella... ella está bien... ¿verdad mamá?— mi voz sale entrecortada, sale herida por el simple hecho de pensar en Dakota en un ataúd.

—Lo único que sé Dante, es que dos personas murieron...— y mi madre lanza un suspiro. —Murió Ámbar Harrison, la madre de Dakota— sentencia mi madre. Y sin permiso, a la mente me llega el recuerdo de la mujer castaña de ojos grises. Esa mujer hermosa que le perdió mucho cariño a la vida. —Tu padre es el que sabe la información— vuelve a decir mi madre, logrando despertarme de mis pensamientos, en los que la señora Harrison estaba. Aunque creo que fue una mala idea que mi madre me dijera eso. Pues como una bala voy hasta mi padre.

|2 0 : 1 7| ¿Hasta cuándo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora