La rueda de la fortuna.

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Capítulo XXXIII

Apago el motor de mi auto y llevo los ojos hacia Dakota, quien mira asombrada desde afuera la feria. Mucha gente entra y sale con sonrisas en el rostro. Pero lo que vuelve mágica esta situación, son las luces de colores que se reflejan en los ojos curiosos de la chica rubia a mi lado. Sin duda creo que esta fue la mejor idea de todas.

—¿Estás lista para la aventura?— le pregunto mientras tomo su mano. Con una sonrisa de oreja a oreja, ella se baja del auto y yo entiendo que fue un sí a mi pregunta.

Entonces entramos a la feria

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Entonces entramos a la feria. Hay miles de juegos y puestos de comida en este lugar. Por un momento siento que vuelvo a ser un niño, siento que nada malo ha pasado, siento que sólo estoy yo tomando la mano de mis padres, cuando aún éramos felices. Cuando Gabriel Beltrami no existía en la vida de nadie, cuando ese tonto arruinó la vida de toda mi familia, creando a un monstruo. Pero no es momento de pensar en ese hombre, mejor pensaré en la mujer a mi lado.

Así es que comienzo a mirarla. Dakota lleva los ojos a todos lados, pareciera que quiere subirse a cada uno de los juegos y sentir la emoción reflejada en su rostro. Entonces a la espalda me llega un escalofrío, ya que odio los juegos mecánicos, más los que te ponen de cabeza y te dejan como un murciélago por toda una eternidad. Sólo espero que lo que esté en su mente, podamos hacerlo aquí, en el suelo protector.

—¿A dónde quieres ir primero?— le cuestiono mientras veo como los colores naranjas comienzan a pincelar el cielo

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—¿A dónde quieres ir primero?— le cuestiono mientras veo como los colores naranjas comienzan a pincelar el cielo. Aunque en mi mente solo se repite algo una y otra vez: "Que no diga montaña rusa, que no diga algo peligroso".

—Iré por un algodón de azúcar— sentencia ella mientras comienza a caminar hasta el hombre. Su respuesta me deja totalmente satisfecho y tranquilo, incluso dejo escapar el aire contenido en mis pulmones.

Y termino por seguir a Dakota hasta los algodones de azúcar. Debo de admitir que ambos nos quedamos estupefactos por la manera tan rápida en la que enrolla el fino telar de color morado en ese palo de madera. Cuando el hombre considera que es suficiente, le entrega el algodón de azúcar a Dakota.

|2 0 : 1 7| ¿Hasta cuándo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora