Capítulo 23

4.2K 568 93
                                    


UN ABRAZO Y UN LATIR

NOZOMI

Oliver nos trajo nuestros almuerzos, no puedo evitar sentir una mezcla de emociones. Por un lado, estoy molesta por su actitud hacia nosotras. Cladis me ha contado un poco sobre lo que sucedió, y la verdad es que Oliver sigue siendo un misterio para mí.

Nos sentamos en el suelo frente a la pequeña mesa de centro de la sala para comer. Nos parece extraño que Oliver haya dejado claro que podemos comer el tercer plato, ya que Verónica ya había comido. Cladis y yo compartiremos la mitad.

—Tal vez te parezca extraño— me dice Cladis, algo nerviosa.

—¿Qué cosa?— le pregunto, tratando de leer su mirada mientras tomo la mitad de la carne que me ha dado.

—Sé que odiamos a los vampiros y todo eso, pero Fredom y Francisco han sido diferentes. ¿No sientes como si los extrañaras?

¿Extrañar? Miro mi trozo de carne, sin saber con exactitud qué responder.

—Además de eso— continúa Cladis, —con ellos al menos podemos salir a alguna parte. Sin ellos estamos encerradas. Y lo más importante, luchan porque nuestra libertad se haga realidad.

Su rostro está iluminado por estas ideas, pero en mi interior hay una voz que me cuestiona. ¿Están realmente luchando por la libertad? ¿Quién garantiza que la guerra será por la libertad y no por el poder?

Sin embargo, no digo nada al respecto.

—Nozomi— me mira con intensidad —Sufriste mucho en la Esclavitud, durante tres años. Y por primera vez un vampiro te compra, y no cualquier vampiro, uno muy educado que se crio como un humano, que hasta ahora te ha protegido. ¿No puedes darte el lujo de aferrarte a él por primera vez? Si no es a él, aférrate a la esperanza de que algún día estaremos libres. La esperanza es lo que nos mantendrá vivas. Y mejor si cambias de cara, trata de sonreír. Yo tampoco podía hasta que Fredom me dijo que, si no era sonreír, era llorar. Y alguien llorando es una persona muerta que va hacia la oscuridad. Está bien llorar... —sonríe— pero que era mejor sonreír, le da más sentido a su propósito. Y su propósito es liberarnos. Por eso te digo que deberías ser más amigable con Francisco. Es demasiado bueno y te ha aguantado todo, porque créeme, Fredom me contó que antes de venir aquí era un hombre totalmente distinto al que hoy en día tratas.

Me quedo sin palabras, asimilando todo lo que me dice.

—Piénsalo— dice antes de marcharse a su habitación para ducharse.

La tarde se despide, bañando el cielo en tonos naranja y amarillo que me evocan la lejanía en la que podrían estar ellos. Las palabras de Cladis resuenan en mi mente, removiendo emociones que no sabía que tenía.

Francisco, probablemente era una persona poco expresiva y compasiva, eso creo.

¿Lo extraño? Cierro los ojos, luchando por contener las lágrimas.

Puedo darme cuenta de que desde que me compró, no solo adquirió una chica herida, sino que me permite dormir a su lado, comparte su comida cuando puede, me deja usar el baño cuando lo deseo y me hace sentir libre a pesar de la cadena en mi muñeca. Cosas que jamás pensé que haría un vampiro.

Entonces lo comprendo, por primera vez en mucho tiempo, soy afortunada de tenerlo a él.

Frente a la hermosa tarde, que parece melancólica, me prometo a mí misma ser diferente cuando él regrese. Voy a ser agradecida, voy a sonreír, voy a ser la mejor para un vampiro como él.

Mi corazón late con fuerza al imaginar lo que haré cuando vuelva. Trataré de sonreír, algo nuevo para mí, pero lo haré. Es hora de que viva.

En la esclavitud, mi vida era oscura, sin futuro ni salida. Sabía que después del día caía la noche, y luego de la noche, despertaba en el mismo lugar, viviendo una y otra vez el ciclo interminable en aquel sitio terrible.

Cladis tiene razón. Estando aquí, con ellos como nuestros vampiros, hay una esperanza, una luz que hasta ahora no podía ver. Como ella dijo, se haga o no realidad, esa esperanza será mi motor de vida.

El sonido de la perilla girando detrás de mí hace que mi corazón lata con fuerza, casi con dolor. Me volteo lentamente, sintiendo una mezcla de nervios y emoción.

Lo veo ahí, parado en la puerta, con su mirada recorriendo la habitación hasta encontrarse con la mía. En sus ojos puedo ver una mezcla de sorpresa y alegría que me conmueve hasta lo más profundo.

Sin pensarlo dos veces, mis piernas me llevan hacia él. Extiendo mis brazos y lo abrazo con fuerza, sintiendo que lo he extrañado más de lo que imaginaba. Estos dos días, y especialmente esta mañana, se han sentido como una eternidad sin él.

Francisco me corresponde el abrazo con la misma intensidad. Me aprieta contra su pecho y me levanta del suelo, algo que no esperaba pero que me llena de una sensación de seguridad y protección.

—Nozomi— dice con voz ronca, acariciando mi espalda —¿cómo estás?

Niego con la cabeza en repetidas ocasiones, incapaz de articular palabra.

—Te extrañé— susurro, recordando mi comportamiento grosero antes de que se fuera —Lo siento, Francisco, perdóname.

Su mano sube a mi cabeza, apartándome un poco para poder mirarme a los ojos. En su rostro veo una expresión de comprensión y ternura que me hace sentir aún más avergonzada.

—No tienes por qué disculparte—, dice con suavidad —El simple hecho de que me hayas dicho que me extrañaste lo perdona todo.

Mi corazón se oprime ante lo que dice, y el mejor detalle es su sonrisa, así que también le sonrío.

—Estoy algo adolorido y cansado— dice mientras me acaricia la cabeza —Me daré una ducha.

Su voz suena ronca y fatigada, pero en sus ojos veo un brillo de felicidad que me contagia.

—Está bien— respondo con una sonrisa aún más amplia —Descansa lo que necesites.

Ahora que él ha vuelto, la habitación parece más iluminada, más alegre, como si la luz de su presencia la llenara de vida. Me siento viva también, con una energía que no tenía antes.

Cuando sale de la ducha, lo noto agotado y con el rostro marcado por el cansancio. Quiero preguntarle cómo estuvo su viaje, iniciar una conversación que nos conecte, pero comprendo que necesita descansar.

Tomo su mano con timidez, esperando su reacción. Se sorprende ligeramente, pero no se resiste. Lo llevo a la cama y apago las luces.

—Te siento diferente— susurra.

—Es que...—, pienso un poco —me siento diferente— quería decirle que me había dado cuenta que sin él, nada tenía sentido y que, por él, todo lo tenía.

Él me abraza y me susurra que se siente cansado, pero puedo imaginar una sonrisa de su parte.

Lo que me hace sentir emocionada. Mientras él duerme, sigo despierta por el abrazo que, ahora me provoca cierta inquietud en mi pecho, mi corazón late y no sé por qué.

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Que latiera algo ahí lo es todo

Dama de un vampiroWhere stories live. Discover now