La Conquista. [TERMINADA]

15. No pidas perdón por sentir.

Que? Me extrañaron? Yo sí. Sawyer y Mackenzie son mi pareja favorita

SAWYER.

Apenas estaciono en la entrada, mamá —quien puedo apostar dinero a que estaba colgada de la ventana de la sala de estar esperando a que aparezca la camioneta— sale disparada hacia nosotros. Deja la puerta abierta y baja los escalones del porche casi saltando.

Jenna es la primera en salir y fundirse en un abrazo con mamá. No me demoro en unirles, quito la llave de la camioneta y salgo, sintiéndome mucho mejor de poder estirarme después de estar conduciendo durante dos horas.

—Mis bebés están en casa—dice en una exclamación cuando me uno al abrazo, porque así de cursi es esta familia. Desde que los dos nos fuimos de la casa, mamá pasó por una etapa de "nido vacío" y no creo que haya salido de ella aún.

—Hueles a galletas, ¿nos hiciste galletas? —pregunta Jenna cuando rompemos el abrazo. Me tomo unos segundos para mirar a mamá, hace mucho tiempo que no la veo. La visitaría más seguido, sino fuese por mis horarios caóticos. Sin embargo, siempre estamos constantemente hablando por teléfono, y de vez en cuando, se hace un espacio entre sus agitados turnos del hospital para ir a verme jugar.

Mary Evans ronda los cuarenta, pero aparenta menos. Nos tuvo cuando apenas tenía veinte, entonces siempre fue la madre más joven entre todas las de mis amigos. Conoció a papá en su primer año de universidad. Según ellos, fue "amor a primera vista". Sigo dudando eso verdaderamente exista. Sin embargo, debe ser que sí, dado a que más de veinte años después, siguen estando juntos. A pesar de tenernos a Jenna y a mi tan seguidos, y tan joven, eso no le impidió sacar a flote su carrera. Se graduó de enfermera. Un poco tarde, pero lo hizo. Es por eso que la admiro tanto, aunque no se lo diga.

—¿Papá ya está en casa?

—Sí, volvió ayer —responde mientras bajamos las cosas de la camioneta. Papá por otro lado, no terminó la universidad porque era demasiado. Siempre es un poco agridulce pensar en ello. Al igual que yo, jugaba hockey y por lo que vi de sus estadísticas, podría haberse convertido en profesional.

Se enteró de que mamá estaba embarazada de mi, y empezó a hacer todo lo posible para conseguir dinero y asegurarse de que tenga un techo sobre mi cabeza y comida. Empezó a trabajar en la empresa constructora de mi abuelo, y ahora la dirige. Es por eso que siempre está viajando y está en casa solo los fines de semana. Casi toda mi vida fue así.

Nunca hablamos sobre su pasado y su posible chance de haberse convertido en profesional. Es como un tema prohibido entre nosotros.

Jenna, siendo la nena de papá que es, entra a la casa arrastrando su valija como si la estuvieran persiguiendo. Le pongo seguro a la camioneta y acompaño a mamá hacia adentro. A pesar de que estemos en contacto siempre, no le he contado aún sobre Mackenzie. No por miedo, sé exactamente cuál será su reacción. Ama a Mackenzie como si fuese la tercera hija que nunca tuvo. No le dije aún porque no sabía si lo nuestro era algo sólido. Siento que en cualquier momento, va a escaparse de mi o decidir que todo fue una mala idea.

Contarle a mamá lo vuelve más real. Me ata más emocionalmente.

Como Jenna predijo, en la cocina, hay galletas recién horneadas. No me demoro nada en estirar mi mano y robar una. Juro que tengo un orgasmo en la boca. Son lo mejor que he probado en mi vida, después de los labios de Mackenzie.

Me encuentro negando con la cabeza mientras me pregunto si podrán pasar diez minutos sin que piense en ella. Me aterra pensar en todo lo que la quiero.

—Siéntate. Pondré a hacer té y me vas a contar todo.

Puedo tener veinte, pero eso nunca me va a detener en comportarme como un niño de mamá. Realmente no. Me siento en uno de los taburetes de la cocina. Jenna vuelve del patio trasero. No me hace leer mentes para saber que papá está en el galpón, seguramente reparando algo o construyendo nuevos canteros para que mamá siga plantando esas verduras que nunca crecen.