18. En la boca del lobo (parte 2)

60K 4.7K 400
                                    

MACKENZIE

Camino con cuidado mientras entro a la casa. Esperaba que mamá este durmiendo, pero escucho la televisión encendida en la sala y ruidos, sé que no lo está.

—Mackenzie, ¿eres tú? —alza su voz y la inquietud que venía juntando solo explota cuando me doy cuenta de que esta arrastrando las palabras.

—Sí, soy yo —digo al quitarme mi abrigo y colgarlo.

Cuando acorto la distancia entre la puerta y la sala de estar, ella gira su cabeza para verme entrar.

—¿Dónde estuviste?

—En casa de Jenna —explico. Me apoyo contra el marco de la puerta, como si eso fuera a ayudarme—. Te envíe un mensaje y me respondiste que estaba bien.

Alza sus cejas sorprendida.

—Supongo que sí. No me acuerdo —responde y vuelve su atención a la pantalla—. Te olvidaste de nuestra tradición.

¿Es en serio?

—No me olvidé —espeto al acercarme lo suficiente para entrar a su campo de visión. La única fuente de luz proviene de la televisión y eso hace que sus ojos achispados por el alcohol brillen aún más.

La mesa tiene un vaso a medio beber de un licor que desconozco y la botella ya va por más de la mitad. ¿En qué momento pasó de ser vino a bebidas de este tipo?

—Te olvidaste —repite sin siquiera mirarme.

—No, te quise decir pero tú...—me quedo en silencio intentando buscar las palabras correctas para que no explote en furia.

—¿Yo qué? —me presiona ahora sí volcando su atención en mi mientras arquea una ceja desafiante. Detesto que se comporte así conmigo. Me intimida y lo odio.

—Estabas ocupada —consigo decir. Ocupada empezando a beber tu segunda copa de vino.

—No lo estaba. Deberías haber preguntado.

Suspiro. Tengo que elegir mis batallas con inteligencia y solo pelear las que valgan la pena. Esta no es una de ellas, porque lo que se viene es peor.

—¿Estás trabajando en el hospital?

—¿Por qué preguntas?

Básicamente respondió mi pregunta sola al ponerse a la defensiva. Alza su vaso y como si fuera agua, termina de beberse todo de un tirón, dejando solo los hielos a medio derretir.

—Marie Evans me contó que dejaste de trabajar hace mucho.

Me mira incrédula y resopla, echando su cabeza ligeramente hacia atrás.

—Por supuesto que Marie Evans te lo dijo —habla en un bufido. Se levanta del sofá. No me inmuto cuando se tambalea y le cuesta enderezarse. Seguro estuvo bebiendo toda la noche sentada y ahora está pegandole como cachetada.

—No es solo una licencia, ¿verdad? —inquiero y me muerdo el labio para calmar los nervios.

Ella resopla. Camina hacia el pasillo, como si ya estuviese harta de esta conversación que acaba de empezar. Me apresuro para seguirle el paso, lo cual es fácil porque camina lento y por poco arrastra sus pies. Es... Es deprimente verla así.

—No, no es una licencia —suelta finalmente cuando estoy frente a ella y logre que se detenga. A pesar de que estamos en la penumbra del pasillo, puedo ver perfectamente su rostro—. Renuncié.

Parpadeo sorprendida y frunzo el ceño.

—¿Renunciaste? —pregunto con la voz cargada de incredulidad.

La Conquista. [TERMINADA]Where stories live. Discover now