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Capítulo 21: Los mil amores.

Ruggero P.

Karol es la dueña de mi cordura.

Hoy lo puedo confirmar, es experta en hacerme perder la cabeza.

No pensé terminar el día de esta forma, pero definitivamente no me arrepiento de ello. Y de alguna forma precipitada sé que ella rondará por mi cabeza durante días o semanas porque es una hechicera que dominará los hilos de mi mente.

Recorrí su cuerpo como lo haría con un mapa, algo que no cambiaba con los años era la suavidad de su piel y la fragancia embriagadora que se le impregnaba. Los cambios en su anatomía eran obvios, su silueta era más curvilínea y voluptuosa, la edad se notaba bajo sus estrías, su cuerpo aún seguía siendo perfecto para mi sin importar la tinta que lo decoraba y ni el origen de sus cicatrices.

Tenerla entre mis brazos, encima de mi podría considerarse un arte por la forma en la que su rostro y pecho se sonrojaba, por como el placer la hacia cerrar los ojos, jadear y entreabrir su boca con aquellos labios hinchados. Sus manos recorrían mi cuerpo con posesión, su mirada verde y sombría penetraba lo más profundo de mi alma ¿cómo podía mantener la cordura cuándo ella me sonreía y miraba de tal forma?

Sinceramente pensé que todo esto terminaría en un desastre, no quise transmitirle mi terror de llegarme a equivocar con ella e incomodarla. Fui consciente del conflicto interno que llevaba consigo misma ante el hecho de entregarse a mi, por un momento me sentí que caminaba en un campo minado hasta que de apoco vi como sumaba confianza hasta llegar al punto de dejarse llevar.

Y realmente no sé cómo sentirme ante el hecho de que me haya confiando su cuerpo cuando este siempre se ha visto en un estado de alerta.

En el instante en que hizo contacto visual conmigo cuando ya no podíamos más y soltó aquellas palabras antes de refugiarse en mi sentí que había vuelto a un lugar del cual no tenia la menor idea de cuanto extrañaba.

Observo a Karol apoyada bajo el marco de la puerta que da al jardín con su pelo mojado, descalza y con una de las tantas camisetas que suelo guardar aquí, la tormenta se resumió en una simple lluvia la cual está admirando.

Voy hasta donde esta deteniéndome a su lado, un cigarrillo reposa entre sus dedos y su mirada esta perdida en las gotas que caen—. No me digas que estás pensando en bañarte bajo la lluvia.

—¿Qué? —me mira negando con gracia—. Ya no hago eso.

—¿No?

—No —murmura volviendo a ver la lluvia.

—Entonces ¿en qué pensabas? —cuestiono mientras veo como le da una calada profunda a su cigarrillo, suelta el humo antes de verme nuevamente con una sonrisa divertida.

—En que se nos acaba de ir la canica —dice entre risas que me termina contagiando.

—¿Ah si? —ella se recarga en el marco asintiendo, apoyo mi mano al par de su cabeza—. También lo creo.

—¿Algo qué decir en defensa?

—Que nos sacamos las ganas ¿y tu?

—Que siempre viene bien un polvo entre colegas —termino de descojonarme de la risa con ella que se ahoga con el humo.

—¡Ni se te ocurra morirte! —exclamo tentando mientras palmeo su espalda socorrandola.

—Ay cabrón, me sacaras los pulmones —se queja enronquecida, le quito el cigarrillo cuando lleva su mano a su pecho el cual frota intentando recuperarse—. La verdad es que me paso.

Las Secuelas De Amarte (EPDA Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora