Capítulo 7 -Él me preguntó si sabía conducir

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Xie Qingcheng, que había sido médico, reaccionó casi al instante, soltando la muñeca de Bai Jing y agachándose para comprobar el estado del anciano.
En la práctica clínica, el infarto de miocardio es una enfermedad cardiovascular aguda con una tasa de mortalidad muy elevada, y la excitación emocional repentina es uno de los principales factores desencadenantes de la aparición de esta enfermedad en los ancianos. Bai Jing no reaccionó y siguió maldiciendo y jurando.
Xie Qingcheng se arremangó y empezó a dar los primeros auxilios, volviéndose hacia ella y diciendo con rabia:

— ¡¿Qué estás haciendo?! ¡El paciente está teniendo un infarto agudo del miocardio! ¡Llama al número de emergencias! Apúrate.
  
— ¡¿Qué es ...... infarto agudo del miocardio?!
  
Bai Jing se quedó muda por un momento. Su delineador de ojos trazado con polvos dorados no pudo enmascarar la conmoción y el miedo en sus ojos, la chica empalidecio al instante miserablemente, quedándose allí como un poste, ni presente, ni ausente. Xie Qingcheng:

—¡¿No conoces el número de emergencia?!

Bai Jing probablemente lo sabía claro, pero bajo la repentina situación, su mente se quedó en blanco:

—Es, ¿Cuál es?
—120!
—¡Ohhhhh ......!

Bai Jing no se lo esperaba, así que cogió el teléfono móvil que le había lanzado Xie Qingcheng y marcó el número de emergencia.
  
—Hola, ¿110? ¡Oh, no, no! ¡No cuelgues! ¡Lo he dicho mal! No quería llamar a la policía, ¡quería llamar a tu número! Yo, tengo un anciano aquí con desmayo agudo... oh no, no era eso, es eso que, miocardio agudo...
  
—¡Infarto agudo del miocardio!
  
—¡Ah! ¡Sí! Ataque al corazón, ataque al corazón.
  
Tartamudeando para terminar la llamada, Bai Jing respiró aliviado, se relajó un poco, pero todavía no se atrevió a acercarse a Xie Qingcheng y al viejo vagabundo. Xie Qingcheng se ocupó de las secreciones de la nariz y la boca del anciano, y tuvo que acomodar cuidadosamente al hombre en una posición plana para evitar que se asfixiara, y a estas alturas su frente ya estaba cubierta de sudor. Levantó la cabeza y le dijo a Bai Jing :

—Ayúdame
Bai Jing dijo inmediatamente:
—¡No quiero! Es asqueroso, ¡quién sabe si hay una epidemia de SIDA! Además, mi ropa es muy cara, si se ensucia se va a estropear.
  
Xie Qingcheng estaba furioso:

—¡El SIDA no se propagará así, tu ropa es más importante o su vida es más importante! ¡Ven y ayuda!
  
—No, ¡no quieras forzarme! ¿Sabes cuánto tiempo tengo que trabajar para comprar un vestido como éste y cuánto tiempo tengo que estar de pie? Y ya debe haber estado enfermo cuando tuvo el ataque, no es mi culpa, yo...
  
El anciano vomitó otra gran bocanada de espuma. A Bai Jing se le apretó la garganta y casi vomitó. Entonces retrocedió un paso a la vez:

—No me fuerces ... no puedo
  
Afortunadamente, en este momento, una mujer entre la multitud de espectadores salió corriendo. La mujer regañó a Bai Jing primero:

—Niña, ¿tienes conciencia? ¡Tú también vas a ser vieja un día! Te vistes con ropas brillantes, ¡Pero eres malvada!
Bai Jing:

—Yo...
  
La señora puso los ojos en blanco y la ignoró, diciéndole a Xie Qingcheng:

—Dime qué hacer, yo te ayudaré.
  
A veces, las multitudes son así, un grupo de personas que están de pie en silencio y distantes observando ni siquiera se acercarán a ayudar, pero una vez que la primera persona habla, otros brotan como los hongos.
A partir de ese momento, los que habían estado observando desde lejos y no se atrevían a acercarse se reunieron a su alrededor y se ofrecieron a buscar una farmacia cercana para comprar cosas de primeros auxilios, abanicarlos, y todos se acercaron repentinamente, apartando a Bai Jing. Pero aunque los curiosos fueran entusiastas, no podían resolver el acuciante problema, así que tuvieron que esperar ansiosamente a que llegara la ambulancia.
Lastimosamente las cosas en ocasiones no van como uno esperaría y en ese mismo momento sonó el teléfono de Bai Jing, desde el hospital.

Libro de Casos ClínicosWhere stories live. Discover now