Capítulo 119: Quiero matarla.

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Si por ejemplo, el diablo se sacudiera los grilletes otorgados por Dios,¿que pasaría?

Xie Qingcheng era el grillete de He Yu, del tipo que podía enredarse en el dragón y contenerlo para evitar que se volviera loco.

Pero Xie Qingcheng cayó.

Cubierto de sangre y heridas, simplemente cayó en los brazos de He Yu.

Su sangre se convirtió en la llama que hizo que el dragón se volviera loco y la cadena que había estado conteniendo a He Yu se rompió de repente, convirtiéndose en polvo:

Los ojos de He Yu estaban inyectados en sangre.

No podía recordar cómo había caído Xie Qingcheng.

Sólo recordaba que Xie Qingcheng era muy pesado y que, cuando cayó en sus brazos, el intenso calor se aplicó directo sobre las cicatrices de su corazón.

Y que cuando lo apoyó contra una roca, ese poco calor que anestesiaba el dolor se había ido.

Se había ido...

¡¡Se había ido!!

Caminó fríamente hacia Yi Ah Wen que antes parecía un fantasma vengativo, pero que ahora, contra He Yu, era como una oveja que había crecido escuchando la flauta de Dios.

Sin duda, He Yu la quería muerta.

Yi Ah Wen le dijo— Tú… ¿qué vas hacer? Tú…

He Yu no dijo ni una palabra, pero parecía haberse transformado en un dragón con unas formidables e impresionables alas y espinas en la cola.  Corrió hacia la mujer y antes de que ella levantara el arma, ¡la empujó contra una pared de roca con una fuerza brutalmente aterradora!

En un instante, los tendones de su agarre se estremecieron, y sus puños y patadas llovieron sobre ella! En sus ojos entrecerrados, sus pupilas negras como la tinta reflejaban el dolor y la angustia que le estaba infligiendo a Yi Ah Wen, hasta el punto de la desesperación y las lágrimas.

Ella estaba gritando, maldiciendo y forcejeando constantemente.

Era como si no pudiera oírla.

Él estaba loco.

Su corazón, así como el hombre que es hoy, fueron refinados por la sangre de Xie Qingcheng.

En ese momento, los oídos del malvado dragón sólo podían escuchar las palabras que el único de su especie acababa de decir.

El canglong le dijo aliviado— He Yu, ese disparo, te lo debía.

De hecho, no importaba lo que dijera Xie Qingcheng. En lo más profundo de su mente, todavía recordaba lo que He Yu había hecho por él en ese momento.

Así fue que en el club, no le abandonó y, aunque luego sucedieron tantas cosas ridículas, Xie Qingcheng todavía no mató a He Yu, ni le golpeó hasta la muerte.

Los dos seguían enredándose y He Yu seguía persistiendo una y otra vez, pero optó por sacrificar su propia carne y su cuerpo de una forma autodestructiva, sin recurrir a ninguna medida extrema para poner un fin a esa relación patológica.

Xie Qingcheng odiaba su comportamiento, pero tal vez, inconscientemente, sentía que le debía algo.

Este era un asunto de vida o muerte y el alma de Xie Qingcheng bajo la intensa presión, estaba abrumada, y él era extremadamente reticente a deberle nada a nadie.

El podría haber estado buscando una oportunidad para devolver la vida que le debía.

Sólo de esta manera, Xie Qingcheng podía sentirse a gusto y cortar completamente su relación con él.

Libro de Casos ClínicosWhere stories live. Discover now