Capítulo 169: Te niegas a verme

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Cuando Xie Qingcheng regresó al callejón Moyu, la tía Li había salido de su casa a buscar algo: había puesto a secar una canasta con cáscaras de mandarina en el jardín y las remojaba en un poco de agua caliente antes de hacer gárgaras todas las noches.

Cuando vio a Xie Qingcheng aparecer en la entrada del callejón Moyu con una mirada tan perdida, Li Miaoqing se sorprendió y dijo apresuradamente— ¿Xiao Xie? ¿Qué te pasa?

Xie Qingcheng estaba en un estado mental caótico, pero instintivamente no quería que viera su miserable apariencia en ese momento.

Pero Li Miaoqing ya se había acercado a él y lo miraba de un lado a otro con nerviosismo y preocupación.

Estaba sorprendida.

La ropa de su Xiao Xie estaba toda arrugada, tres o cuatro botones habían sido arrancados del escote y ahora la camisa no se podía abotonar en lo absoluto. Tenía chupetones muy visibles en su cuello y sus labios estaban mordidos, todavía manchados de sangre.

Lo que le asustó aún más fueron los ojos de Xie Qingcheng.

Los ojos de Xie Qingcheng siempre habían sido fríos y agudos, pero en este momento eran como una cámara rota; por un largo rato no fueron capaces de enfocar y las cuencas de ese par de ojos de flor de melocotón estaban ligeramente húmedas y enrojecidas, como si hubiera estado llorando.

Li Miaoqing estaba en shock. Cuando ella era joven, era una persona que trabajaba en el rubro del placer. Al ver esta escena, ¿cómo no podría entender lo que estaba pasando? [1]

Dijo con voz temblorosa— Xiao Xie, tú… tú…

Xie Qingcheng dijo— Tía Li, estoy bien. Me caí accidentalmente mientras caminaba por la carretera… ve a descansar temprano, quiero irme a casa.

Lo más absurdo de los jóvenes era que pensaban que podían esconderse de los ancianos que tenían más de medio siglo de edad.

Los ojos de la tía Li se abrieron y su rostro se puso pálido— Pero tú estás…

Quería hacer una pregunta, pero antes de que esas palabras temblorosas llegaran a su boca, inmediatamente se detuvieron.

Ella sabía lo fuerte que era Xie Qingcheng y lo mucho que se tomaba en serio su cara ante los mayores.

No se atrevió a preguntarle más, pero tampoco podía soportar dejarlo ir. Los dos se quedaron en el patio un momento. Li Miaoqing no pudo contenerse más, de repente se acercó y lo abrazó.

Hacía muchos, muchos años, ella tuvo un novio, y cuando el hombre se enteró de que era una prostituta, no sólo ya no quiso estar con ella, sino que a pesar del hecho de que ella había sido amable con él, la violó brutalmente y cuando terminó, le dijo que sólo era una perra que salía a venderse. Después de eso, llegó a la puerta de la estación de policía como si hubiese perdido su alma y conoció a Zhou Muying.

En ese momento, Zhou Muying la miró de arriba a abajo un par de veces, al principio no dijo nada, sólo se acercó con sus manos extendidas y la abrazó.

Ahora, ella sostenía a Xie Qingcheng. No sabía lo que le había pasado, pero aún recordaba el consuelo que un abrazo silencioso puede traer.

Ella siguió dándole palmaditas en la espalda y diciéndole con voz sollozante— Está bien, Xiao Xie, está bien, está bien…

Xie Qingcheng dijo con voz ronca— … quiero irme a casa…

   “—Tía Li, quiero irme a casa…

Li Miaoqing se secó las lágrimas sin saber cómo consolarlo, pero finalmente lo dejó ir mientras miraba con preocupación cómo entraba a la casa de una forma tan cansada.

Libro de Casos ClínicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora