Capítulo 158: Palabras que son difíciles de decir

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Xie Qingcheng no sabía cómo se había quedado dormido.

Si hubiera sido antes, con todo el caos que había en su corazón y las cosas que habían pasado, no habría podido dormir de ningún modo.

Pero su salud empeoraba cada vez más y acababa de someterse a un tratamiento de RN-13 que era mil veces más doloroso que la quimioterapia, por lo que estaba muy débil. Después de calmarse un rato en el sofá, se sintió muy agotado.

No quería dormir, sentía que necesitaba calmarse y pensar en la causa de aquel temblor cada vez más evidente que sentía cuando se enfrentaba a He Yu.

Miró la puerta que había sido cerrada por He Yu, él estaba fuera de la puerta, He Yu estaba dentro, y la puerta no se volvió a abrir.

Cuanto más pensaba Xie Qingcheng en ello, menos podía entenderlo. Pensó en lo que acababa de ocurrir, especialmente en el sonido de los sollozos ahogados de He Yu al final y su corazón se sintió cada vez más incómodo.

Finalmente se maldijo a sí mismo por lo bajo y se dejó caer en el sofá con frustración, su mirada se dirigió hacía el techo con la mente en blanco y su conciencia se disipó gradualmente.

Cansado y dolorido, Xie Qingcheng finalmente se quedó dormido y tuvo un sueño.

***

Soñó que estaba atrapado en un oso de peluche andrajoso, de pie frente a la rueda de la fortuna en una parque de diversiones, como si estuviera esperando a alguien.

No sabía a quién estaba esperando, así que se quedó de pie, desaliñado y torpemente, sosteniendo un puñado de globos de helio del parque de atracciones.

La rueda giraba lentamente, las luces de neón cambiaban y los visitantes que habían terminado su recorrido bajaban de la atracción riendo y hablando, sin que nadie prestara atención a la esquina en la que se encontraba.

Los visitantes estaban todos en grupos.

Se reían con tanta alegría y satisfacción que el oso andrajoso y sus globos les resultaban superfluos. Así que no podían notarlo.

Al cabo de un rato, Xie Qingcheng se dio cuenta de que parecía estar esperando a alguien que le necesitaba y que quería llevarse el globo de su mano.

Pero era como si estuviera bajo algún tipo de magia, no podía hablar o mostrarse como era en realidad, sólo podía quedarse ahí, esperando… esperando…

En medio de la música del patio de juegos de ensueño, una pareja bajó. Xie Qingcheng se dio cuenta de repente de que eran sus propios padres e intentó mover su cuerpo para acercarse.

Pero su padre hizo un gesto con la mano y tomó un coche tirado por caballos blancos en el parque, Zhou Muying se fue con él, y las dos figuras se alejaron hasta perderse de vista en el coche con caballos blancos.

Xie Qingcheng se detuvo confundido.

Sabía que ya se habían ido y que no había vuelta atrás.

La segunda persona en bajar de la rueda de la fortuna fue Qin Ciyan.

Lao Qin estaba solo, vistiendo una bata blanca que había llevado toda su vida, mirando a la derecha y a la izquierda con una sonrisa. Xie Qingcheng quería detenerlo, pero de repente un niño llegó corriendo desde la distancia: un pequeño de seis o siete años, sosteniendo un cono de helado, levantó la cabeza y le gritó a Lao Qin algo que Xie Qingcheng no pudo escuchar.

Pero él ya sabía quién era el niño.

Lao Qin extendió la mano y tomó la mano del niño. El hombre y el niño se desvanecieron en las coloridas luces del paraíso. Parecían muy felices.

Libro de Casos ClínicosWhere stories live. Discover now